El largo cierre de escuelas en América Latina
Este blog está escrito por Lesbia Maris y Ricardo Estrada.
En un año normal, un niño asiste al colegio durante alrededor de 38 semanas. Pero el 2020 no es un año normal. Debido a la pandemia, entre mediados de febrero y finales de septiembre las escuelas de la región acumularon, en promedio, 20 semanas cerradas, lo que representa casi 73% del tiempo que debieron estar funcionando y algo más de la mitad del año escolar completo.
En el Gráfico 1, elaborado con datos de UNICEF para 17 países de América Latina y el Caribe, se reporta la fracción del tiempo que los colegios han estado cerrados, funcionando (parcial o completamente) y en período de vacaciones desde mediados de febrero. Como salta a la vista, en casi todos los países los colegios estuvieron cerrados durante la mayor parte de este periodo. Si nos concentramos en lo ocurrido entre mediados de marzo y fines de septiembre, solo en Barbados y Chile todas las escuelas estuvieron abiertas en algún momento, mientras que en Uruguay y Perú lo hicieron de forma parcial. Sin tomar en cuenta a estos países, los colegios estuvieron cerrados durante casi 80% del tiempo escolar. En nueve países los colegios cerraron entre 80 y 90%, en tres entre 70 y 80%, mientras que en otros dos entre 50 y 60% del tiempo. La buena noticia es que en seis países hay ya una apertura parcial de escuelas en marcha. Si bien, la apertura parcial implica que solo algunos colegios dentro de cada país prestan servicios presenciales.
¿Cómo se compara la situación de América Latina con el resto del mundo? Como se puede ver en el Gráfico 2, en ninguna otra región del mundo el cierre de colegios ha sido tan prolongado. En Europa, por ejemplo, los países han cerrado sus colegios durante 45% del tiempo, mientras que el promedio de cierre en los países africanos ha sido de 57%. En Asia, que incluye a países como India, que se han visto muy afectados por la pandemia, los colegios han estado cerrados 61% del tiempo.
La imposibilidad de acudir al colegio puede tener múltiples efectos negativos en la vida de niños y jóvenes, entre los que destaca una pérdida en los aprendizajes. Para mitigar la consecuencias negativas del cierre de los colegios, los países de la región han utilizado distintas estrategias de educación a distancia. De acuerdo a datos de la UNICEF, el 95% de los países de la región reporta haber montado una plataforma en línea para apoyar la educación, 77% y 64% reportan haber recurrido a programas de TV y de radio, respectivamente, y un 55% ha recurrido al envío de material vía SMS/tecnología celular, cifra similar a los que han distribuido materiales impresos. Sin embargo, es de esperar que la efectividad de estas estrategias varíe dependiendo de la edad del usuario, del tipo de contenido y de su complejidad, así como de la posibilidad de interacción que ofrecen. Además, su productividad también depende del nivel de acceso que los estudiantes tengan al medio, así como de la disponibilidad y preparación que tienen los padres para apoyarlos. Desafortunadamente, las condiciones para la educación a distancia en muchos hogares no son las adecuadas, particularmente entre los niños y jóvenes de familias de menores ingresos.
En suma, el cierre de escuelas ha afectado a alrededor de 150 millones de niños y jóvenes de la región, que durante 2020 han tenido un nivel de instrucción presencial sustancialmente menor del que deberían tener y que han visto su rutina diaria trastocada de manera radical. Como la educación a distancia es un sustituto imperfecto de la presencial, el 70% del tiempo que en promedio los niños no han asistido al colegio ha sido recuperado solo en parte. A pesar de los esfuerzos, nos enfrentamos a un panorama de pérdida de aprendizajes. Por ejemplo, según simulaciones del Banco Mundial para América Latina, la fracción de niños con desempeño inferior al mínimo requerido para su edad en las pruebas PISA podría aumentar del 53% al 60%, en los países con cierres de alrededor del 30% del año escolar, y al 68% en los que haya cierres de alrededor del 70% del año escolar. La evidencia que está empezando a surgir en los países más desarrollados – proveniente de la aplicación de pruebas estandarizadas al regreso a las aulas – refuerza estas predicciones: caída en los aprendizajes, particularmente entre la población de menores recursos socioeconómicos.
La reapertura de escuelas es una decisión en la que se deben balancear los beneficios de salud pública con los costos asociados – como la pérdida de aprendizajes – para estudiantes y familias. Tanto la Organización Mundial de la Salud como un grupo de agencias de las Naciones Unidas han publicado una serie de recomendaciones para guiar el proceso de reapertura de escuelas y dar paso a una nueva normalidad educativa que incluya la interacción presencial entre docentes y alumnos. Es fundamental que esta nueva normalidad incluya estrategias compensatorias para limitar la caída en los aprendizajes y la deserción escolar, particularmente entre niños y jóvenes en situaciones más vulnerables. La importancia de estas estrategias es aún mayor dado lo prolongado del cierre de escuelas en la región.