Una rara oportunidad
Tomo para el título de esta nota la apreciación del urbanista brasilero Carlos Leite al calificar el significado de la coyuntura actual para las ciudades de la región, y que me gustaría utilizar para estimular una reflexión necesaria sobre la agenda del desarrollo de América Latina, y específicamente, de su desarrollo urbano.
A pesar del drama que significa la pandemia para nuestros países en términos sociales y económicos, y fundamentalmente por la pérdida irreparable de miles de vidas, los efectos y las nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas de las medidas adoptadas para controlarla, pueden leerse desde diferentes perspectivas. Desde una óptica pesimista, se podría enfatizar los resultados desalentadores para la región en materia de profundización de la pobreza, bajas perspectivas de crecimiento económico y pérdida de confianza en las instituciones y del sistema político para manejar eventos extraordinarios como este. Una mirada optimista podría llevar a pensar que luego de esta estrepitosa caída, y con la inminente llegada de la vacuna, los países deberían crecer en términos económicos y recuperar y superar en el mediano plazo los malos indicadores sociales.
Una tercera mirada podría considerar a la pandemia como una rara oportunidad. Una oportunidad es un momento o circunstancia conveniente para algo. Entre las acepciones posible del calificativo raro, destaco aquella que lo refiere como algo extraordinario, poco común o frecuente. En ese sentido, esta rara oportunidad que implica la pandemia, propongo plantearla como una extraordinaria y conveniente circunstancia para pensar los temas fundamentales de la agenda de desarrollo urbano de América Latina y para impulsar un conjunto de políticas efectivas que de ella se desprendan.
Si bien esta agenda puede ser muy vasta, me interesa destacar algunos de los temas más relevantes y prioritarios que deberían conformarla. Para hacerlo, se precisa definir un elemento rector, reflejado en un objetivo abarcador y preciso a la vez, a partir del cual se desencadenen las políticas y los instrumentos para alcanzarlo. Frente a las consecuencias dramáticas que dejará la pandemia marcado por un retroceso de la pobreza a los niveles de 8 a 10 años atrás en la región, la inclusión social debería constituir dicho elemento rector. Para avanzar de manera efectiva en esa dirección, es fundamental que las economías nacionales, pero también las urbanas funcionen cada vez mejor, y que se generen y distribuyan de manera equitativa los ingresos suficientes para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes. En ese sentido, existe un conjunto de políticas que deberían ser priorizadas en esta agenda, de las cuales destaco 6 que me parecen esenciales.
- Asegurar el acceso a agua potable y saneamiento por parte de la población más desprotegida.
- Asegurar el acceso a una vivienda con estándares mínimos de calidad a la población de los estratos socioeconómicos más bajos.
- Fortalecer la conectividad física (baja en emisiones) y virtual.
- Asegurar el acceso a espacios públicos de calidad.
- Promover la adquisición de habilidades para fortalecer el capital humano.
- Fortalecer la gobernanza local, con especial énfasis en la gestión de las finanzas locales, y el diseño de mejores regulaciones para el mercado inmobiliario y la habilitación y funcionamiento de las empresas.
Cada una de estas medidas buscan revertir problemas estructurales de muchas ciudades de América Latina que fueron visibilizados con mayor intensidad en el contexto de la pandemia.
La necesidad de contar con agua corriente para asegurar las condiciones mínimas de higiene se enfrentó con la realidad de que en América Latina alrededor de 165 millones de personas carecen aún del acceso seguro a este servicio.
El distanciamiento social necesario para minimizar el riesgo de contagio fue imposible de cumplir para mas de los 100 millones de latinoamericanos que residen en asentamientos precarios y que probablemente encuentran en la calle o en el espacio público, un territorio un poco más seguro para la interacción social. En ese sentido, la nula o muy baja oferta de estos espacios, o la dificultad para acceder en tiempos razonables a cada uno de ellos, se convierte en una limitante para brindar una alternativa momentánea al hacinamiento y las condiciones de vida en los asentamientos precarios, y pone en el centro de la agenda la necesidad imperiosa de mejorar la cantidad y la conectividad entre los espacios verdes y los espacios públicos en general.
La relevancia del transporte público quedó reflejada en su rol estratégico para trasladar el personal esencial y asegurar el desarrollo de actividades claves para funcionamiento de las ciudades. Sin embargo, también quedó evidenciada la dificultad para financiarlo de manera sustentable frente a la caída estrepitosa de la demanda. Resolver este aspecto es clave para asegurar los efectos positivos del transporte público para la sociedad y el medio ambiente y su complementariedad con otros medios sustentables como la bicicleta, alternativa también revalorizada en el marco de la pandemia.
El confinamiento obligó a millones de personas a incursionar por primera vez en la modalidad virtual para trabajar y estudiar, pero dejó al descubierto las enormes limitaciones de la región para afrontar razonablemente este nuevo desafío. Se estima que son más de 200 millones los latinoamericanos, fundamentalmente urbanos, en edad de trabajar que están desconectados o digitalmente excluidos. Si bien la solución a estos problemas suele exceder el alcance de las políticas desde el nivel urbano, las ciudades pueden contribuir con aquellas viables de ser implementadas desde el nivel local, como por ejemplo las relacionadas a la formación de habilidades o al combate del “analfabetismo tecnológico”.
Finalmente, la modernización de la gestión local debe ocupar un rol central en esta agenda. Un gobierno local ágil, con una visión clara de futuro, sólido en materia de recursos, es clave para trabajar en un contexto en el que se necesita actualizar la manera de planificar las ciudades, incrementar los ingresos y ser mas eficientes con el gasto de los recursos públicos, reactivar el mercado de la vivienda y oficinas con el objeto de hacerlo mas asequible, y facilitar la creación y el funcionamiento de las empresas locales.
Se puede ser optimista o pesimista frente al futuro del desarrollo urbano de la región. Se puede adoptar también una mirada intermedia entre ambos extremos. Las tres posiciones encierran cierta pasividad frente al devenir. Pensar la pandemia como una rara oportunidad no solamente nos invita a la reflexión sino también a ser protagonistas de un cambio necesario.