Riesgos climáticos, sector financiero y el papel del regulador
Este blog está escrito por Oswaldo López y Edgar Salinas.
Al cierre de 2020, la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) anunció su adhesión a la Red para Enverdecer el Sistema Financiero (NGFS por sus siglas en inglés), organización creada en 2017 por los principales bancos centrales y supervisores a nivel mundial con el objetivo de comprender y definir medidas de mitigación ante riesgos del cambio climático sobre el sistema financiero.
Aunque para muchos esta noticia pasó desapercibida, tiene una importancia significativa, no sólo porque hasta la fecha la Fed era la única entidad entre los principales bancos centrales del mundo que no pertenecía a la NGFS, sino por la experiencia diferenciadora que trae consigo como regulador de la economía más grande del mundo y centro de los mercados de capitales globales.
De acuerdo con las observaciones de la comunidad científica, existe suficiente evidencia que demuestra cómo las actividades humanas han contribuido con un cambio del clima durante los últimos 50 años, que en consecuencia ha resultado en diversas alteraciones de largo plazo, como el incremento de la temperatura media global, la pérdida de hielo polar y continental y el ascenso del nivel del mar, entre otros.
Específicamente, en América Latina, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, establece una correlación entre la variabilidad climática a escalas interanuales y el fenómeno del Niño, con impactos ampliamente documentados que agravan progresivamente las condiciones de vulnerabilidad en la región. Por ejemplo, El Niño está asociado con condiciones secas en el noreste de Brasil, el norte de la Amazonia, el altiplano peruano-boliviano y la costa del Pacífico de Centroamérica. Por su parte, la Niña está asociada con fuertes precipitaciones e inundaciones en Colombia y sequía en el sur de Brasil.
Otros fenómenos como la erosión costera e inundaciones por ascenso del nivel del mar representan riesgos significativos para una población de más de 600 millones de personas que habitan en las zonas litorales de Latinoamérica y el Caribe, lo que además podría acarrear impactos en la infraestructura urbana y portuaria. Frente a estos desafíos, en 2015 fue adoptado el Acuerdo de París con el objetivo de estabilizar el incremento de la temperatura media mundial; aumentar la capacidad de adaptación y resiliencia ante a los efectos adversos del cambio climático, promoviendo al mismo tiempo un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero; y disponer de mayores flujos financieros, compatibles con una trayectoria de desarrollo resiliente y de bajas emisiones.
Para ilustrar mejor la relación entre sectores financieros, riesgos climáticos y potenciales impactos, la Junta de Estabilidad Financiera, encargada de evaluar las vulnerabilidades que afectan al sistema financiero y de identificar acciones regulatorias, nos presenta una discusión reveladora en su Reporte de las Implicaciones del Cambio Climático sobre la Estabilidad Financiera, en el cual se explican en detalle los canales a través de los cuales los riesgos climáticos, ya sean físicos y/o de transición, podrían afectar el sistema financiero:
- Los riesgos físicos recaen sobre el valor de los activos, tanto los derivados de los choques climáticos extremos, como los ocasionados por deterioros crónicos. Estos riesgos pueden provocar pérdidas para las compañías de seguros, los bancos y otros intermediarios financieros de diferentes maneras.
- Los riesgos de transición son generados por la desvalorización potencialmente rápida que ocurriría sobre los activos intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero, debido a los efectos de la transición hacia un modelo económico menos intensivo en emisiones.
Más allá de la definición académica, existen diversas situaciones a nivel global que evidencian la manifestación de estos riesgos. Por ejemplo, en lo relativo a riesgos físicos, se destaca el nivel récord de pagos emitidos por las aseguradoras en 2020 por causa de ciclones, huracanes, tormentas e inundaciones ocurridas en distintas regiones a nivel internacional. En materia de riesgos de transición, podemos citar, entre otros, la decisión del Reino Unido de suspender el apoyo gubernamental directo a operaciones de explotación de combustibles fósiles en el extranjero, los recientes decretos ejecutivos en Estados Unidos que buscan la suspensión de perforación y extracción de gas y petróleo en tierras federales y la legislación del parlamento alemán, que establece el desfase progresivo, con miras a una suspensión total del uso del carbón en la matriz energética al cierre del 2038. Si bien estás decisiones parecen distantes, ya sea en términos de latitud o del nivel de institucionalidad, las mismas deberían ser examinadas en detalle y así poder determinar si éstas podrían ser un reflejo de nuevas condiciones de mercado para las cuales nuestra región debería preparase.
Las distorsiones ocasionadas por el cambio climático en diversas cadenas productivas, cuyos actores se vinculan al sector financiero mediante préstamos, garantías, mercados de capital, etc. añaden incertidumbre sobre la capacidad de repago de los prestatarios, el retorno de las inversiones o el valor de activos. Esta situación representa un reto para el ejercicio de las funciones fundamentales de los bancos centrales, que deberán enfrentar nuevas amenazas sobre el sistema financiero, derivadas de las pérdidas potencialmente irreversibles que podrían sufrir los prestatarios bancarios ante el cambio climático; así como de los impactos sobre el objetivo de estabilidad de precios, especialmente en aquellos casos donde los bancos centrales carecen de credibilidad, donde persistentes choques de precios relativos en bienes agrícolas (generados por frecuentes eventos climáticos extremos) tienen el alcance de erosionar las expectativas de inflación de medio plazo.
Si bien el interés de los bancos centrales sobre los riesgos financieros del cambio climático es un paso importante, la definición de regulaciones concretas para mitigar estos riesgos aún tiene un largo camino por recorrer. Al igual que el tratamiento otorgado a los riesgos macroeconómicos, los riesgos climáticos deben ser incorporados en los modelos de ponderación de riesgo de portafolio, a fin de establecer un apropiado esquema de aprovisionamiento y soporte de capital.
Así, el cambio climático plantea un desafío sin precedentes para los hacedores de política económica y, en especial, para los reguladores del sistema financiero. Entre las muchas iniciativas en las cuales se debe avanzar, a continuación, apuntamos a algunas de las más relevantes en el corto plazo:
- Continuar con los esfuerzos de incorporar la evaluación de riesgos climáticos en los modelos de supervisión de las entidades financieras, con el propósito de definir los esquemas de mitigación de los riesgos climáticos (niveles de reservas de capital, provisiones, etc.). Esta definición reducirá potenciales perturbaciones sobre las decisiones de inversión privada de medio y largo plazo
- Aumentar los recursos interinstitucionales dedicados al análisis de las amenazas del cambio climático sobre el sistema financiero, más allá de la evaluación individual ejercida por cada entidad bancaria. Los desafíos en la captura de información, medición y estimación de riesgos financieros relacionados con el cambio climático son enormes. Mayores esfuerzos sobre la investigación de este tema contribuirá a superar esta barrera de conocimiento.
- Promover un mayor espacio de colaboración entre reguladores financieros, macroeconomistas ambientales y expertos climáticos para establecer una base de conocimiento aplicable a las realidades de la región. Frente a la complejidad de los desafíos del cambio climático, resulta relevante aumentar el diálogo entre las partes interesadas, para aprovechar las sinergias, capacidades y experiencias de actores que usualmente no cuentan con espacios de discusión.
En este contexto, la banca multilateral de desarrollo podría ejercer un relevante rol a través de la articulación de espacios de discusión, apoyándose en la amplia red de contactos que sus operaciones les proporciona con autoridades y especialistas ambientales, o mediante la financiación de estudios y trabajos de investigaciones que mejoren el entendimiento de los riesgos del cambio climático sobre los mercados financieros.