Empleo VS tecnología
El mayor desafío del desarrollo es la creación de empleos productivos. Después de todo, además del crecimiento económico, el empleo también está estrechamente asociado con la calidad de vida y la estabilidad social y política. Si bien el empleo ya está de forma permanente en la agenda pública, el tema ha ganado aún más atención en las últimas décadas debido a la globalización. Los escépticos argumentan que la globalización de la producción habría desviado puestos de trabajo a países en desarrollo que abundan en mano de obra barata, generando desempleo y estancamiento de los salarios.
El tema ganó un nuevo ímpetu con la creciente automatización de actividades repetitivas, que supuestamente aumentaba la productividad, pero destruía puestos de trabajo. Pero una nueva fase estaría en gestación con la aparición de tecnologías como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, que también permitirán automatizar tareas no repetitivas.
La evidencia empírica ha confirmado que las tecnologías están detrás de las debilidades de los mercados laborales, lo que alimenta el dilema empleo-tecnología. Pero la evidencia también señala que la destrucción de puestos de trabajo ha sido compensada, al menos en parte, por la creación de puestos de trabajo en actividades emergentes como el desarrollo, gestión y distribución de tecnologías sofisticadas de gestión y producción, servicios y plataformas digitales, comercio electrónico y tantas otras innovaciones entregadas de forma remota y global y que son cada vez parte más activa de la vida diaria de personas y empresas.
Pero este debate se centra en los países avanzados. ¿Qué estaría pasando en los países de América Latina? A pesar de la abundancia de mano de obra y la participación relativamente baja de los costos laborales en los costos totales de muchos sectores, muchas de esas tecnologías también se han introducido gradualmente en la región.
Nuevos modelos de negocios de desarrolladores, gerentes y distribuidores de tecnología, que “mercantilizan” tecnologías sofisticadas; requisitos para cumplir con las normas técnicas y reglamentarias como condición para ingresar y participar en los mercados internacionales; piense en los requisitos fitosanitarios para que las frutas se cosechen y envasen por medios mecánicos; y el efecto demostración, que influiría en las preferencias de los consumidores, estaría entre las explicaciones para la adopción de tecnologías ahorradoras de mano de obra -en una región donde abunda- y que incluye el bono demográfico.
La mercantilización de las tecnologías afecta a los mercados laborales de la región a través de varios canales. Uno de ellos está asociado a tecnologías que aumentarían la informalidad y la precariedad laboral, como es el caso de las plataformas digitales para los servicios de transporte individual. Otro es el reemplazo de personas por tecnologías, incluso en actividades dirigidas a los mercados internos, como los call centers robóticos. Un tercero es la reubicación, o el uso de tecnologías sofisticadas para hacer económicamente factible el retorno a países con plantas avanzadas antes de operar en países en desarrollo; piense en la evidencia de la reubicación para la industria automotriz en México o para la industria textil en El Salvador. Entonces, los trabajadores estarían compitiendo con "robots" en los países avanzados, y también aquí mismo en la región.
La pandemia ha contribuido a acelerar el reemplazo de personas por tecnologías. Por tanto, parece razonable considerar que estaríamos asistiendo a un cambio en las ventajas comparativas de la región en detrimento de la mano de obra, y es probable que experimentemos una caída del empleo generado por cada punto porcentual de incremento del PIB. Más que un dilema, parece que la región está en una trampa.
¿Estamos yendo demasiado lejos al reemplazar a las personas con tecnología? Esta es una pregunta que aún no tiene respuestas claras, pero la evidencia empírica en Estados Unidos muestra que la adopción a gran escala de la automatización no habría tenido los efectos esperados de una mayor productividad. Entre las posibles causas estaría que la automatización excesiva no conduce necesariamente a la reducción de costos esperada; que los costos sociales de la automatización podrían ser excesivos y contraproducentes; y que la automatización excesiva conduciría al endurecimiento de las tareas y la pérdida de oportunidades de interacción, lo que permite una mayor productividad laboral.
¿Y en América Latina? En general, parece razonable admitir que sería posible gestionar el tema con un toque un poco más local. Pero también es necesario considerar que el margen de maniobra de una región que ha llegado tarde a la agenda tecnológica y que necesita integrarse más a la economía mundial es limitado. Por ello, será necesario intentar convertir las amenazas en oportunidades.
Es posible utilizar los conocimientos ya disponibles para desarrollar o adaptar tecnologías e innovaciones que valoren la importancia del trabajo, en lugar de reemplazarlo, especialmente en sectores que ayudan a crear más y mejores empleos y que benefician a muchas personas. Las oportunidades abundan e incluyen tecnologías para mejorar la calidad y disponibilidad de los servicios de educación, salud y transporte público, viviendas asequibles y tecnologías para el trabajo remoto.
También hay enormes espacios para las tecnologías que ayudan a hacer factible la industrialización de nuestras ventajas comparativas, agregando valor a la agricultura, minería, petróleo y gas, biodiversidad, aguas y bosques, nuevas energías, cambio climático y tantos otros sectores en los que la región tiene un enorme potencial para los negocios y el empleo. Este tema es especialmente relevante porque la región tiene la mayor población urbana del mundo. También existen tecnologías que ayudan a posibilitar la expansión de los mercados de consumo interno, la integración de los mercados regionales y la digitalización de las pequeñas y medianas empresas.
Por la urgencia y naturaleza de los desafíos, las políticas públicas jugarán un papel decisivo en la transformación de las amenazas en oportunidades. Los temas regulatorios, las inversiones en ciencia y tecnología, la capacitación, las compras públicas y las colaboraciones internacionales y público-privadas, así como el comercio internacional y la tributación, en particular de las bigtechs, deben formar parte de las agendas laborales de los gobiernos de la región.