¿El Huevo o la gallina?
Las cuentas nacionales son elocuentes al mostrar que la participación de la industria en el PIB ha disminuido en casi todos los países que tenían un nivel razonable de actividad industrial. Las mismas estadísticas también muestran que la participación de los servicios en el PIB creció y se convirtió en la principal actividad económica. Dicho esto, es tentador concluir que los servicios habrían reemplazado a la industria en las cestas de consumo.
Aunque precipitada, la conclusión es al menos parcialmente correcta, ya que estamos consumiendo muchos más servicios. Sin embargo, los bienes industriales siguen siendo relevantes en la vida de las personas. Por ejemplo, en estos tiempos de pandemia, piense en las vacunas y los equipos médicos y hospitalarios. Pero si la industria todavía tiene tanta relevancia, ¿por qué entonces el sector está perdiendo participación en el PIB? Las explicaciones son muchas, pero dos de las más importantes son el cambio en la forma en que se producen los bienes industriales y su composición.
Con el fin de reducir costos, aumentar la productividad y la competitividad, ganar eficiencia y agilidad, y poder enfocarse en lo que sería el núcleo de la actividad, los gerentes industriales fragmentaron la producción e incorporaron métodos como la “lean manufacturing” y otros que eventualmente llevarían o fortalecerían la conformación de las cadenas de valor globales. De modo que las actividades que antes formaban parte de la planta de producción, como la logística y la investigación y el desarrollo, por ejemplo, se "tercerizaron", lo que daría lugar a la "externalización" de etapas de la actividad industrial. En este contexto de resignificación del piso de producción e incluso del concepto de manufactura, los servicios ganarían protagonismo.
La disponibilidad de servicios se convertiría entonces en uno de los elementos determinantes del perfil y la geografía de las inversiones industriales. De hecho, los ecosistemas de servicios productivos sofisticados y diversificados y los mercados abiertos e innovadores actuarían ahora como un factor crítico de las ventajas competitivas industriales. Más que eso, los servicios se convertirían en una especie de "infraestructura" en la que se basaría la actividad industrial moderna. Combinado con el creciente uso de tecnologías productivas como robots, inteligencia artificial e internet de las cosas, la disponibilidad de esa infraestructura ayudaría a explicar la reciente ola de relocalización industrial, en la que las plantas están dejando países con bajos costos laborales y dirigiéndose a regiones con servicios avanzados y sofisticados, como Estados Unidos.
¿Y América Latina? La participación de la industria en la región es modesta y se contrae. Pero como la industria es y seguirá siendo una actividad clave para la generación de ingresos y empleo formal urbano, la sofisticación y la diversificación productiva y la inserción en los mercados internacionales, entonces sería razonable esperar que la agenda industrial esté presente en las estrategias nacionales de crecimiento económico.
Pero, ¿qué industria quiere tener América Latina? La región podría aprovechar muchas de las nuevas oportunidades de inversión industrial a su disposición, y entre estas se encuentra la industrialización de las ventajas comparativas. Consideremos la enorme agenda de negocios industriales cuyos puntos de partida son los productos básicos y la biodiversidad. Abarca desde alimentos preparados y procesados hasta industrias químicas y farmacéuticas, productos y nuevos materiales desarrollados a partir de minerales en la región, hasta equipos y tecnologías que corresponden, por nombrar algunas entre muchas otras oportunidades. Las actividades industriales asociadas con la agenda del cambio climático también podrían ser un granero de nuevas inversiones y tecnologías. Pero para alcanzar todo ese potencial, será necesario tener las condiciones adecuadas para atraer y retener las inversiones industriales.
Aunque la contribución del sector de los servicios al PIB de la región es relativamente alta, del 64 %, la mayoría de esos servicios se destinan al consumo final, mientras que los servicios productivos son generalmente costosos y de baja calidad. Pero los servicios modernos no son nada nuevo aquí: piensen en la industria cafetera de clase mundial de Colombia y sus marcas y redes de distribución, o en la industria aeroespacial de Brasil, por nombrar dos ejemplos que han tenido el apoyo decisivo de servicios altamente sofisticados. Por lo tanto, el desafío de la región no sería iniciar un nuevo viaje, sino escalar y ofrecer acceso a servicios productivos modernos.
¿Qué se podría hacer? En este momento de la situación internacional y de nuestro retraso, si la región quiere expandir su industria y tener voz será necesario actuar de manera estratégica y eficiente. Para esto, sería de gran ayuda saber quién va primero: la industria o los servicios. Es decir, ¿la masa crítica industrial atrae inversiones en servicios productivos, o la masa crítica de servicios es la que atrae inversiones industriales? Es la historia del huevo o la gallina.
No hay una respuesta indiscutible, pero la experiencia reciente de China es inspiradora. Inicialmente, el país impulsó el desarrollo de la manufactura básica e intensiva en mano de obra. A medida que creaba masa crítica, la industria trataba de pasar a las etapas posteriores de las cadenas de valor, pero se enfrentaba a diferentes limitaciones de los servicios productivos modernos. Con el tiempo, las políticas públicas fomentarían la atracción y el desarrollo local de los servicios, lo que sería decisivo para que la industria alcanzara la etapa actual de competitividad y sofisticación.
Nuestra realidad es diferente a la de Estados Unidos y China. Necesitamos combinar políticas simultáneas de desarrollo industrial con la de servicios para crear sinergias, atraer inversiones y permitir negocios en segmentos en los que tenemos potencial. Las experiencias internacionales pueden inspirarnos, pero tendremos que aprender por nuestra cuenta y desarrollar nuestros propios caminos si queremos participar en la industria del siglo XXI.