Pandemia, crisis y emprendimiento tecnológico en América Latina
América Latina, como el resto del mundo, enfrentó en 2020 una de las peores crisis económicas de la historia. La emergencia sanitaria y las medidas para combatirla no sólo paralizaron una buen aparte del aparato productivo, sino que también aceleraron las tendencias de transformación empresarial que se venían dando en los últimos años, añadiendo impulso a la recomposición productiva entre sectores de la economía regional.
Por supuesto, entre estas tendencias destaca el renovado dinamismo del emprendimiento de base tecnológica (EBT) que ya venía experimentando un relativo auge en la región, y que ahora se ha alimentado por la búsqueda de soluciones de toda índole, primero dirigidas a los asuntos relacionados directamente con la emergencia sanitaria y, en segundo lugar, a atender la explosión en los nuevos formatos de relacionamiento entre agentes económicos, productores y consumidores, marcado por la “virtualización” de las relaciones.
Se trata de empresas que ofrecen productos y servicios innovadores y tecnológicos, desde los ya tradicionales orientados al mercadeo y las compras digitales, a los pagos y el financiamiento con operadores virtuales tradicionales y no tradicionales (Fintech), a las relaciones digitales con la administración pública (Govtech), a la educación virtual y a distancia (Edtech), pero también productos y servicios más sofisticados que involucran Inteligencia Aartificial, automatización y robótica.
Existe consenso sobre la importancia del EBT en términos de su impacto en la productividad y el crecimiento, precisamente por las características que lo definen: empresas innovadoras que basan su aparición y crecimiento en la aplicación sistemática de conocimientos técnicos y científicos, para la generación de nuevos productos, procesos o servicios, que además cuentan con un capital humano con altos niveles de educación. Por ello, a pesar de la crisis, es muy buena noticia que los EBT sigan en auge en la región.
Ahora bien, como sucede con todo emprendimiento, el EBT enfrenta riesgos inherentes a su propia condición y a las restricciones más sistémicas para la actividad empresarial. Una buena parte nacen muy enfocados en desarrollar el modelo de negocio propio con énfasis en el contenido tecnológico o científico del producto o servicio, pero descuidan la necesaria capacidad de gestión empresarial en aspectos más operativos, lo que lleva a una alta mortalidad de compañías en este segmento en las primeras etapas de su formación. Por otra parte, la región mantiene barreras que dificultan la aparición de estos emprendimientos, muchas de las cuales se agudizaron también en la crisis del COVID-19. Las condiciones de demanda deprimidas, estructura empresarial con un gran número de empresas muy pequeñas o unipersonales, capital humano escaso, barreras de financiamiento especialmente de capital de riesgo para las etapas tempranas del emprendimiento, entre otros, son restricciones que persisten y limitan no sólo el nacimiento de EBT sino su desarrollo posterior.
El Índice de Condiciones Sistémicas para el Emprendimiento Dinámico (ICSDE), una medición elaborada por la organización Prodem da cuenta de la realidad de la región en materia de ETB. De los 64 países que abarca la medición, los 15 de latinoamericanos incluidos se ubican en la mitad baja de la tabla, siendo Chile el primero en aparecer en el puesto 34 y la mayoría concentrados entre las posiciones 50 y 64.
El ICSDE compara la situación en 10 pilares habilitadores del EBT; Condiciones de la demanda, Condiciones sociales, Capital humano emprendedor, Plataforma de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), Estructura empresarial, Financiamiento, Cultura, Educación, Políticas y Regulaciones, Capital social. Los países de la región tienen en promedio serias falencias en los indicadores de Educación, Plataforma de CTI, Financiamiento y marco regulatorio de políticas.
La pandemia trajo consigo un debilitamiento adicional de los habilitadores, lo que conllevó a todos los latinoamericanos en la muestra, con excepción de Chile y Panamá, a perder o a lo sumo mantener su posición en el ranking.
Sacar máximo provecho de los beneficios en productividad y competitividad de los EBT, exige enfocar esfuerzos en sus factores habilitantes. Debemos impulsar una relación más clara y funcional entre los centros académicos y de investigación con la problemática y las tendencias en la sociedad y el aparato productivo. Se requieren universidades más comprometidas con el desarrollo de capacidades integrales de emprendimiento en profesores, investigadores y estudiantes. Un aspecto crítico es la búsqueda de mejores condiciones para el financiamiento de los EBT desde sus etapas más tempranas, con el desarrollo de un mercado amplio de capital de riesgo y capital semilla, pero también con un sistema financiero comercial con productos e instrumentos más adecuados en plazos y condiciones para apoyar las inversiones de estas empresas. El desarrollo de sistemas de garantías con este propósito será de gran utilidad.
Sigue siendo una tarea pendiente la eliminación de barreras al emprendimiento, no sólo al EBT. Y, no menos importante, es la creación y consolidación de verdades plataformas de CTI que integren los ecosistemas de creación científica y tecnológica, con la transferencia del conocimiento y la puesta en empresa y mercado de las innovaciones y modelos de negocio más productivos y competitivos.