Cinco acciones desde las políticas públicas para promover la salud financiera
La salud o el bienestar financiero es un concepto que aborda los aspectos financieros de la capacidad que tienen las personas y las familias para prosperar en la sociedad. En los países de altos ingresos, el concepto ha sido explorado y aplicado a fondo durante la última década por agencias gubernamentales (por ejemplo, la Oficina para la Protección al Consumidor Financiero de los Estados Unidos, CFPB por sus siglas en inglés), empresas privadas (por ejemplo, el Commonwealth Bank de Australia) y organizaciones sin fines de lucro (por ejemplo, la Red para la Salud Financiera, FHN por sus siglas en inglés).
Más recientemente, el concepto de salud financiera se ha ido adaptando a los países de ingresos medios y bajos. Un grupo de trabajo de expertos, convocado por S.M. la Reina Máxima de los Países Bajos, Asesora Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre Inclusión Financiera para el Desarrollo (UNSGSA), evaluó el estado del “movimiento” de salud financiera a nivel mundial y asesoró la creación de una agenda para el futuro.
Una de las primeras tareas para el grupo fue establecer una definición consensuada de salud financiera que pudiera ser ampliamente utilizada, reconociendo la necesidad de claridad y comprensión sobre este concepto. De esta manera, se adoptó la siguiente definición:
La salud o el bienestar financiero es la medida en que una persona o familia puede gestionar sin problemas sus obligaciones financieras actuales y sentirse segura de su futuro financiero.
La definición señala, además, que la salud financiera está comprendida por cuatro elementos:
- Día a día. Gestión adecuada de las finanzas a corto plazo para cumplir con las obligaciones financieras y las necesidades de consumo.
- Resiliencia. Capacidad para absorber y recuperarse de los choques financieros.
- Metas. Estar en camino de alcanzar metas futuras.
- Confianza. Sentirse seguro y en control de las finanzas.
Lamentablemente, una gran parte de la población mundial tiene dificultades financieras y los déficits de salud financiera afectan negativamente la productividad e incluso la salud física de las personas. De acuerdo con datos del Global Findex del Banco Mundial en 150 países, el 46% de los entrevistados, en promedio, manifestó que no podía reunir una suma moderada en caso de emergencia (1/20 del Ingreso Nacional Bruto). En el caso de América Latina, las más recientes encuestas de capacidades financieras de CAF muestran que, en promedio, el 57% de la población no es capaz de cubrir un gasto imprevisto equivalente a su ingreso mensual personal. Los resultados de estas encuestas también muestran que, en promedio, el 61% de las personas no ahorra y quienes lo hacen ahorran principalmente de manera informal guardando efectivo en su casa debajo del colchón o en alcancías. Con relación a la vulnerabilidad financiera, al perder su principal fuente de ingresos, en promedio, el 55% de las personas podría cubrir sus gastos por lo menos un mes, pero no tres meses. Estas cifras muestran los altos niveles de vulnerabilidad financiera y baja resiliencia de la población en la región, que se han visto exacerbados por la crisis generada por la pandemia de la COVID-19.
La salud financiera es una responsabilidad compartida entre gobiernos, proveedores de servicios e individuos. El Grupo de Trabajo de Salud Financiera (FHWG por sus siglas en inglés) de UNSGSA elaboró un informe para los responsables de la formulación de políticas que deseen abordar la salud financiera. Los puntos clave incluyen:
Hacer de la salud financiera un objetivo central de la política del sector financiero, de modo que siempre se tenga en cuenta el bienestar de los consumidores. El reconocimiento explícito de la salud financiera en las estrategias nacionales de inclusión financiera sirve como recordatorio de que el propósito de la inclusión es mejorar las vidas de las personas. Los formuladores de políticas pueden establecer una agenda de inclusión financiera centrada en resultados positivos para las personas, los hogares y las pequeñas empresas. Además, el reconocimiento de la relación entre la salud financiera y las políticas más amplias, como el empleo, la protección social y la atención de la salud, implica la necesidad de asegurar la colaboración gubernamental.
Utilizar la salud financiera como lente para la supervisión del sector financiero, especialmente para la protección del consumidor y la educación financiera. En sus políticas de inclusión financiera y protección del consumidor, las autoridades financieras pueden garantizar que los servicios financieros que utilizan las personas conduzcan a una buena salud financiera. A través de una educación financiera que incorpore elementos comportamentales, se pueden apoyar hábitos y decisiones financieramente saludables.
Medir la salud financiera. La medición es el punto de entrada para centrarse en la salud financiera. El FHWG recomienda que los formuladores de políticas desarrollen un módulo breve de salud financiera, lo utilicen con frecuencia para rastrear cambios en el mercado y aseguren que esté ampliamente disponible para que lo utilicen muchas organizaciones. La medición de la salud financiera puede generar alertas tempranas sobre temas como la insuficiencia de la protección social o la acumulación de deuda por parte de los hogares, y puede confirmar los resultados de las decisiones de las políticas. El FHWG también recomienda un proceso para desarrollar un módulo de salud financiera probado a nivel mundial para la evaluación comparativa entre países.
Fomentar un ecosistema de salud financiera con la participación del sector privado y otros actores. Mejorar la salud financiera a escala requiere acciones de numerosas organizaciones. Las empresas han encontrado una amplia gama de beneficios cuando se centran en la salud financiera, desde la lealtad de los clientes y la rentabilidad hasta la mejora de la productividad de los empleados. Los formuladores de políticas pueden fomentar el desarrollo de un ecosistema de salud financiera apoyando formas de compartir conocimientos y experiencias entre proveedores.
Implementar una agenda de investigación sobre la salud financiera. La salud financiera es un área de estudio incipiente y se necesitan investigaciones para arrojar luz sobre las políticas y servicios que pueden contribuir a mejorarla. Un desafío importante es examinar la salud financiera en entornos de bajos ingresos donde esta puede consistir en estabilizar la situación financiera personal, más que en lograr una total seguridad financiera.
La salud financiera es importante para las personas, las familias y las pequeñas empresas de todo el mundo. A través de políticas y programas clave, los formuladores de políticas públicas pueden hacer contribuciones importantes que tendrán impacto en el bienestar financiero de la sociedad.