La pandemia que nos toca vivir, reflexiones en diciembre 2021
Ya al límite del 2021 y por comenzar el 2022, vamos ingresando al tercer año -oficial- de la pandemia COVID-19, evento de dimensiones catastróficas y que ha marcado nuestras vidas de varias y distintas maneras; sobre todo, las de niños, niñas, adolescentes que viven en situación de pobreza material e inseguridad física y alimentaria.
La estela que va dejando la pandemia, en relación a mortalidad y discapacidad post COVID-19 todavía no puede ser dimensionada en su real magnitud, ya que aún está activa, pero sin duda es varias veces superior a lo registrado.
En algunos países de la región, el exceso de mortalidad para momentos específicos durante los primeros meses del 2021 fue superior en un 250% a las muertes de años previos -prepandemia- para períodos similares y se atribuye al COVID-19 como responsable directo de la gran mayoría de estas muertes.
La pandemia, de manera indirecta, ha provocado una enorme afectación de los programas esenciales de salud pública orientados a niños, niñas, mujeres y personas en riesgo o con patologías prevalentes, infecciosas o no: por ejemplo, diabetes, dengue, malaria, tuberculosis, cáncer y un extenso etcétera.
Muchos de estos programas; por ejemplo, el de inmunización, en general de buen desempeño en términos de cobertura, fruto de enormes esfuerzo técnicos y financieros durante décadas, retrocedieron de manera alarmante. A manera de ejemplo, se estima que, en la región de las Américas, esta reducción podría alcanzar a 10 puntos porcentuales, considerando como referencia la vacuna DPT3.
En este momento de finales de 2021, el mundo atraviesa un repunte alarmante del número de casos, afortunadamente no acompañado por un incremento de mortalidad equivalente. Este incremento de casos responde a varios factores, tales como la circulación de nuevas variantes del virus (por ejemplo, ómicron) capaces de evadir la respuesta inmunológica promovida por las vacunas existentes o por infección previa por distintas variantes; las bajas coberturas de inmunización, intensa movilización social y falta de cumplimiento de medidas sanitarias; agotamiento de la respuesta inmune debido al excesivo tiempo transcurrido después de la última dosis de la vacuna, entre otros factores.
Vale la pena resaltar que es comprensible, hasta cierto punto, que muchas personas estén hastiadas del uso del cubrebocas, rechazan el distanciamiento y otras medidas no farmacológicas y, justamente, este es uno de los puntos más débiles de la manera en que enfrentamos la pandemia. Muchas veces el no uso del cubrebocas, por ejemplo, es una muestra de rebeldía muy dañina y peligrosa y, cuando es parte de las “demandas” de los movimientos antivacunas que desafortunadamente parecen expandirse, constituye un “combo” nefasto y hasta criminal.
En términos de nutrición, un efecto significativo de la pandemia y las medidas para su contención es el alarmante incremento del número de personas con inseguridad alimentaria. Según el último informe sobre el estado de la seguridad alimentaria en el mundo (FAO 2021), en la región de Latinoamérica y el Caribe para el año 2020 existiría un incremento de 67.2 millones de personas con inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 2019; de manera que se podría afirmar que en la actualidad algo más del 40% de la población de Latinoamérica y el Caribe se encuentra en inseguridad alimentaria. En otras palabras, un poco más del 40% de la población de la región, ha disminuido la calidad o cantidad de alimentos o, en el peor de los casos, han pasado días enteros sin comer.
Este resumen, bastante acotado, sólo describe algunos efectos directos o indirectos de la pandemia, pero que son útiles para comprender la situación y visualizar cuales deberían ser los temas que requieren mayor atención frente al naciente año.
En este marco, resulta necesario el fortalecimiento y el apoyo a la resiliencia de los sistemas de salud, particularmente en su capacidad de vigilancia epidemiológica y de respuesta integral frente a crisis sanitarias de magnitud y aprovechar las ventajas que nos brindan los avances tecnológicos.
En esta línea, un aspecto relevante se refiere a la necesidad de reducir las brechas en biotecnología de los países de la región, brechas tanto materiales como de talento humano. Los países más avanzados podrían, por ejemplo, transferir la tecnología para la producción de vacunas, medicamentos, secuenciación genómica viral, etc. Todos los países deberían tener las mejores condiciones para enfrentar una crisis futura. Esta es una tarea urgente.
El fortalecer la comunicación del riesgo y la comunicación general a la población, de manera estratégica y adecuada a los diferentes contextos es un elemento de la mayor importancia y debe ser tomado con seriedad y responsabilidad. Requiere contar con estrategias puntuales, que permitan contrarrestar el efecto de los mensajes con contenido falso e interesado y reforzar los mensajes adecuados y basados en la evidencia, de manera sistemática y sostenida en el tiempo.
En esta línea, los actores políticos y sociales, de todo nivel, deberían evitar promover aglomeraciones públicas y buscar otras vías para conectarse con sus seguidores o realizar demandas.
Será necesario que los países, a la luz de la experiencia obtenida y asimilada, revisen y actualicen sus políticas, planes, programas, proyectos, estrategias, que tienen implicación en la salud pública y nutrición y los actualicen, considerando el valor de la evidencia de las intervenciones.
El financiamiento para el sector salud o para acciones de otros sectores que tienen que ver con la salud y nutrición, que es tradicionalmente insuficiente, requiere ser analizado y ajustado con una visión a cierto, mediano y largo plazo, de manera que el financiamiento sea suficiente.
La idea de que ahorrar en salud pública, definitivamente NO es una buena idea.
CAF mediante líneas de crédito contingente y cooperaciones técnicas, apoya a los países en la adquisición de vacunas anti COVID-19 recomendadas por la OMS, así como tras acciones de fortalecimiento y resiliencia del sector salud. Mediante su agenda de salud y Nutrición pretende contribuir de manera cada vez más directa, a mejorar la salud y nutrición de la población de Latinoamérica y el Caribe, particularmente de la más vulnerable.