Nearshoring y oportunidades industriales

11 de marzo de 2022

Se espera que el reciente conflicto en Europa del Este se sume a la pandemia y conduzca a una recuperación más lenta de la economía mundial. También debería aumentar la magnitud de un movimiento que ya estaba en marcha: la “geopolitización” del comercio y la inversión, que cobró impulso con la tensión en las relaciones económicas entre Estados Unidos y China. Este movimiento está en la base de medidas políticas como el nearshoring.

Pero las medidas que han surgido han sido aún más contundentes. Estados Unidos ha aprobado paquetes de políticas industriales para reemplazar importaciones críticas y controlar exportaciones de tecnologías y está examinando fusiones y adquisiciones. Japón, por su parte, presentó recientemente un paquete de medidas al parlamento para proteger sus cadenas de suministro, promover la autonomía del sector y controlar las fusiones, adquisiciones y la exportación de bienes y servicios seleccionados. Otros países han estado adoptando políticas similares, mientras que algunos otros han instituido márgenes preferenciales para la producción nacional en las compras públicas y tarifas de exportación.

Los impactos de estas medidas serán devastadores para la globalización y, en un horizonte previsible, tendremos que vivir con una economía global más segmentada, con mayores costos de producción, con cierta disrupción en los mercados financieros y de capitales y con más intervenciones públicas en los mercados e Internet.
Todo esto es negativo para América Latina y el Caribe, que sufrió la Covid y ha estado, con mucha dificultad, impulsando políticas para impulsar la reactivación empresarial y el empleo. Además, también nos penaliza, ya que reduce la eficiencia de los mercados internacionales de los que se beneficia la región para abastecer sus mesas de alimentos y sus empresas de insumos, máquinas y tecnologías.

Si, por un lado, la región está bastante expuesta a los efectos de la geopolítica en los mercados, por otro lado, los países de la región pueden beneficiarse. De hecho, México y los países de América Central y el Caribe parecen estar particularmente bien posicionados para hacerlo. Después de todo, están geográficamente cerca de Estados Unidos, ya tienen experiencia en inversiones industriales internacionales, como lo refleja la respetable base de maquilas y zonas francas, y se benefician de tratados de libre comercio como el Acuerdo de Estados Unidos, México y Canadá (USMCA ) y el Tratado de Libre Comercio de América Central (DR-CAFTA) suscrito por Estados Unidos y República Dominicana, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua para el acceso preferencial al mercado estadounidense. También están a favor estructuras demográficas jóvenes y bajos costos laborales, el uso del dólar como moneda oficial en algunos países, el uso de estándares estadounidenses y la alta integración de los mercados financieros con el mercado estadounidense.

No es casualidad que los bienes manufacturados ya representen nada menos que el 79% de las exportaciones de México, el 73% de El Salvador, el 57% de República Dominicana y Costa Rica, y el 42% de Guatemala. Todo esto convierte a esos países en candidatos naturales para el nearshoring.

Por otro lado, los países que participan poco en las cadenas de suministro estadounidenses están más lejos de disfrutar de las mismas condiciones de atractivo y deberían buscar otros medios. Paraguay, por ejemplo, distante geográficamente de Estados Unidos, está instalando una base de maquila dirigida a sus grandes vecinos, Argentina y Brasil. Por lo tanto, los beneficios potenciales del nearshoring son asimétricos.

Si bien el nearshoring ayuda a promover el empleo y las exportaciones, las maquilas y las zonas francas no son panaceas ni garantizan el desarrollo económico integral ni la integración económica subregional. La evidencia empírica sugiere que este mecanismo debe verse como un punto de partida y no como un punto de llegada para un proceso de desarrollo económico más amplio.

Ciertamente, las maquilas y las zonas francas son más que bienvenidas, más aún en una región con una población tan urbanizada y con tasas de informalidad laboral que pueden superar el 70%. Pero los países deben ser más ambiciosos y convertir oportunidades como la deslocalización cercana en motores de crecimiento con efectos económicos más profundos y permanentes. Para eso se necesitan políticas públicas y privadas que capitalicen esa base de oportunidades.

Normas y mecanismos para regular la relación entre las zonas francas y el territorio aduanero nacional a fin de estimular una industrialización más integral y con sinergias y complementariedades con las empresas locales; programas de formación permanente de la mano de obra; apoyo de universidades locales para el desarrollo industrial; promoción de la innovación y la tecnología; promover la formación de cadenas de suministro locales; diversificación de proveedores; promover la sostenibilidad como parte integral del modelo de negocio; programas de calidad y competitividad; promoción de los factores habilitadores del comercio electrónico; promoción de infraestructura; digitalización de empresas y cadenas productivas; diversificación del mercado; acuerdos comerciales y facilitación; armonización normativa; y el fortalecimiento de las instituciones públicas pertinentes se encuentran entre las medidas para capitalizar el nearshoring como herramienta de desarrollo.

Finalmente, el objetivo de las políticas no debe ser solo atraer empresas, sino crear las condiciones necesarias para que éstas echen raíces, amplíen negocios e inversiones, atraigan proveedores, agreguen más valor y contribuyan a la formación de clústeres. Siempre vale la pena recordar que las ventajas comparativas no son el destino y se pueden construir. China, Corea del Sur y Singapur están ahí para ayudar a contar esta historia.

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Autores:
Jorge Arbache
Jorge Arbache

Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-