Terremotos y recesiones
Los terremotos tienen cierta similitud con las recesiones. Mientras los terremotos sacuden el suelo y dejan un rastro de destrucción, las recesiones sacuden los pilares de la economía, paralizan los negocios y generan desempleo, pobreza y quiebra empresarial.
Poco después vienen las réplicas, o terremotos secundarios, de la reubicación de tierras. Pero aquí hay una diferencia importante. A diferencia de los terremotos, los efectos secundarios de las recesiones pueden sentirse más en algunos grupos de la sociedad que en otros. En otras palabras, las recesiones pueden no ser neutrales, lo que se debe a la forma en que se distribuyen los efectos de las recesiones dentro de la economía ya la estructura productiva y los mercados.
La evidencia empírica para los países en desarrollo muestra que muchos de los efectos negativos de las recesiones no se neutralizan por completo durante las recuperaciones y, por lo tanto, puede permanecer una especie de “equilibrio de destrucción”. A modo de ejemplo, la tasa de crecimiento del índice de Gini, que mide el grado de concentración del ingreso, aumenta más durante los períodos de recesión y disminuye durante los períodos de recuperación económica. En otras palabras, las recesiones pueden llevar la desigualdad a otro nivel. La participación de las mujeres en el mercado laboral, la tasa de desempleo estructural y los indicadores escolares son algunos de los muchos indicadores que pueden capturar esa destrucción.
La evidencia empírica identifica algunos de los canales de transmisión de las secuelas de las recesiones. Uno es la inflación, que puede ser mayor durante los períodos de recesión que durante los períodos de recuperación económica, erosionando principalmente los ingresos de los grupos más vulnerables. Otros canales incluyen el deterioro de la calidad y disponibilidad de los servicios públicos como la educación y la salud, y la reacción asimétrica del empleo formal durante las recesiones y recuperaciones. Como los grupos más vulnerables dependen más de los servicios públicos y de las condiciones del mercado laboral, son más penalizados por esos efectos secundarios.
Otros canales de transmisión incluyen una mayor concentración de la propiedad de activos y una mayor aversión al riesgo por parte del sistema financiero, lo que limita aún más el acceso de los pobres y las pequeñas empresas a los instrumentos financieros. Las recesiones serían, por tanto, una especie de “fábrica de desigualdad y pobreza”.
La reacción asimétrica a las fases del ciclo económico ayuda a explicar por qué los indicadores sociales avanzan más lentamente en países con “tierras más expuestas a terremotos” y por qué la desigualdad y la pobreza son más persistentes en esas áreas.
Parece que la recesión que acompañó a la pandemia dejará profundas cicatrices sociales. Aunque preliminar, la evidencia apunta a una calamidad. Considere indicadores como el aumento del desempleo estructural entre los jóvenes; disminución de la tasa de actividad en el mercado laboral entre jóvenes y mujeres; niveles crecientes de miseria y pobreza; y el aumento de las brechas digitales entre ricos y pobres. Y considere también cuál es quizás uno de los efectos secundarios más devastadores de la recesión pandémica, que es el importante retraso en el aprendizaje de niños y jóvenes, especialmente en las escuelas públicas, lo que probablemente tenga implicaciones económicas y sociales permanentes.
Cuando la economía global comenzó a registrar una recuperación de la recesión de Covid, estalló la guerra de Ucrania, lo que está provocando una desaceleración del crecimiento y un aumento de la inflación, especialmente en alimentos. Para América Latina, una de las regiones más golpeadas por la recesión de la pandemia, y que venía creciendo lentamente desde el final del boom de las materias primas, alrededor de 2013, las proyecciones de crecimiento no son alentadoras. El FMI indica que la región experimentará un crecimiento por debajo del crecimiento mundial en 2022 y 2023 y, lo que es más preocupante, que el ingreso per cápita de varios países se mantendrá estancado o incluso descenderá, lo que se sumará al estancamiento que ya se observaba en años previos a la pandemia. Ya se habla de una nueva recesión global, pero ahora en un contexto aún más complejo, con fatiga fiscal, alto endeudamiento público y privado, incertidumbres geopolíticas y un recrudecimiento de la crisis climática.
¿Cómo evitar que las recesiones tengan efectos secundarios profundos? La mejor medicina es la promoción del crecimiento económico, la diversificación productiva, la producción de bienes y servicios de mayor valor agregado y el fortalecimiento del sector privado con tecnología, innovación, competitividad, productividad e inserción internacional. Pero una vez que ocurre el terremoto, es necesario tomar medidas para evitar sus efectos sociales persistentes.
¿Qué hacer? Hay muchos caminos, pero una política adecuada debe considerar medidas de asistencia enfocadas en los grupos más vulnerables y más expuestos a los terremotos, con protección en áreas como educación, salud y nutrición; el mantenimiento de los servicios públicos esenciales; y la introducción de programas temporales de transferencia de efectivo. Para las micro y pequeñas empresas, que son las principales empleadoras de trabajadores de bajos ingresos, es necesario activar instrumentos de acceso al crédito y garantías, que deben estar vinculados a agendas de educación financiera, mejora de la gestión, capacitación laboral, digitalización, innovación y mayor productividad.
Se ha avanzado mucho en las áreas económica y social de la región en los últimos años, pero aún es demasiado pronto para abandonar la guerra contra los efectos de las recesiones en los indicadores sociales. Parece que este viaje aún será largo y requerirá mucho compromiso, planificación y políticas activas.