El va y viene de la geografía de las inversiones
09 de febrero de 2023
Las últimas décadas han sido testigo de un intenso flujo y reflujo de la ubicación geográfica de las inversiones globales. A raíz del orden liberal que se estableció en el periodo de posguerra, alrededor de la década de 1980, hubo un movimiento creciente de transferencia de plantas industriales a Asia para producir y exportar basándose en el bajo costo de la mano de obra disponible allí. Nacía la fragmentación de la producción, o globalización, como la conocemos.
En este viaje, China acumularía masa industrial crítica y experiencia empresarial y se convertiría en el principal destino de la inversión extranjera directa, y en la “fábrica del mundo”. Este orden se expandiría dando lugar a una creciente interdependencia económica, comercial y de inversiones, cuyos beneficios serían compartidos por muchos en forma de bienes de consumo a bajo precio. Pero el rápido aumento de los ingresos combinado con los cambios demográficos llevaría a China, tiempo después, a promover la reubicación de sus propias plantas industriales a países de la región asiática con mano de obra aún más barata, al tiempo que redirigiría la atención de su parque industrial a etapas más sofisticadas de cadenas de valor.
Pero este movimiento de la industria hacia Asia no sería indoloro. El estancamiento económico de las antiguas regiones industriales de Estados Unidos y Europa daría lugar a crecientes polémicas sobre los beneficios de la globalización, que repercutirían en campañas políticas e incluso en el Brexit. La crisis de suministro de medicamentos y otros insumos importados en China y el colapso de la logística durante la pandemia proporcionarían aún más municiones para los críticos de la globalización. Fue en este entorno, y regado por la creciente disputa geopolítica entre Estados Unidos y China, donde se fraguarían conceptos como el nearshoring y el reshoring, que predican las supuestas virtudes de traer de vuelta a casa las plantas industriales americanas que operan en Asia. Sin embargo, es poco probable que esos conceptos tengan los efectos sociales previstos, y la razón principal es que la comoditización de las tecnologías fomenta la automatización de nuevas plantas.
El próximo paso en esta reversión de la inversión vendría de las políticas estadounidenses y europeas de control de capitales y exportaciones y de los generosos programas de subsidios y proteccionismo a la industria, que alterarían el orden del comercio y la geografía de las inversiones. Desafortunadamente, la globalización como la conocemos está llegando a su fin, y con ella muchos de sus beneficios, como el consumo de las clases medias y bajas. Los principios liberales que orientaron el destino de las inversiones pierden espacio y entran en escena la geopolítica y las intervenciones en los mercados. Pero el capital es fungible y siempre detecta negocios. Para mitigar los posibles efectos nocivos del proteccionismo “Hecho en China”, las empresas chinas están trasladando plantas a México para acceder desde allí a los mercados estadounidense y canadiense, beneficiándose de la logística y el acuerdo comercial USMCA.
El deambular de la geografía de las inversiones tampoco descansaría ahí, pues sobre la mesa hay distintas fuerzas que influyen en su dirección, algunas de ellas incluso con señales conmutadas, en un tablero complejo lleno de intereses e intervenciones. Un ejemplo es la guerra en Ucrania, que, combinada con la pandemia y las agendas geopolíticas, llevaría al mercado energético a una inestabilidad e incertidumbres de suministro sin precedentes. Los precios, especialmente en Europa, alcanzarían niveles récord, algo insostenible para muchos sectores y empresas. Ciertamente, variaciones considerables en los costos de la electricidad tienen implicaciones para la competitividad e incluso la supervivencia de las empresas, en particular las más expuestas al comercio internacional, que ya está provocando deslocalizaciones.
La creciente implementación de regulaciones ambientales también está influyendo en la geografía de la inversión. Las empresas bajo presión para descarbonizar ya están trasladando plantas a regiones abundantes en energía verde, seguras y con precios marginales a la baja y que, si es posible, están menos expuestas a problemas geopolíticos intensos. Se trata del powershoring. Los fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes, también están influyendo en las estrategias de localización.
La resiliencia, por lo tanto, se está convirtiendo en un elemento central de la geografía de las inversiones, mientras que la eficiencia y los costos ceden. Sin embargo, los elementos de costo, como la energía verde, seguirán ejerciendo una influencia importante en la toma de decisiones, especialmente en los sectores intensivos en energía. Después de todo, no hay forma de ignorar, por ejemplo, que los costes de producir hidrógeno a partir de electricidad renovable pueden ser de 3-4 USD/kg en China y Estados Unidos y de 5-7 USD/kg en Japón y Europa, mientras que en Brasil y otros países de la región pueden estar alrededor de USD 1/kg o menos. Todo indica que la desconcentración y diversificación de la ubicación geográfica de las plantas se convertirán en temas críticos para las estrategias corporativas de seguridad productiva y de mercado, especialmente para las empresas con presencia global.
Las cifras preliminares indican que Brasil y México, países que enfrentan diversos desafíos, atrajeron USD 91 mil millones y USD 37 mil millones, respectivamente, en inversión extranjera directa en 2022, niveles altos para estándares históricos. Para 2023, las perspectivas son aún mejores. Esta es una evidencia a favor de la diversificación geográfica de la producción, lo que apunta a nuevas vías de oportunidad para los países en desarrollo.
Es probable que la geografía de las inversiones siga siendo volátil, pero también es probable que las empresas busquen formas de seguir mitigando los riesgos basándose en estrategias adaptables. Para América Latina y el Caribe, que tiene tantas soluciones para ofrecer a los inversores, es hora de trabajar en una agenda de factores habilitadores que hagan de la región una opción aún más atractiva para la inversión extranjera directa.
Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
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