Los países se han comprometido a reducir las emisiones y convertirse en carbono neutros para 2050. Esta es una tarea sin precedentes, ya que requiere esfuerzos financieros extraordinarios y cambios de actitud en un período de tiempo muy corto. El desafío es de todos, pero las condiciones de los países para enfrentarlo son bien diferentes. Después de todo, países que ni siquiera han superado etapas básicas de desarrollo ahora se encuentran con enormes demandas ambientales. Por otro lado están los países avanzados, que están mejor preparados y equipados para esos desafíos.
Pero el cambio climático es un tema que no se puede resolver a nivel de país. Después de todo, la naturaleza no reconoce fronteras y la crisis climática está ligada a crisis con amplias repercusiones sociales y geográficas. De esta manera, las soluciones deben tener en cuenta las especificidades e intereses de todos para que se puedan crear los incentivos apropiados. Como vamos contrarreloj y los recursos son escasos, es necesario buscar la eficiencia y la coherencia para maximizar los resultados. En este sentido, es fundamental el alineamiento de políticas y estrategias, la promoción de políticas inclusivas y costo-eficientes y que generen sinergias para enfrentar mejor el cambio climático.
Desafortunadamente, hemos visto la introducción de políticas que conducen a una menor alineación y eficiencia, y al menos parte de la explicación tiene que ver con el tamaño de las oportunidades comerciales de la descarbonización. De hecho, la Agencia Internacional de Energía predice que se necesitarán inversiones anuales en energía de al menos US$ 4 trillones para lograr la neutralidad de carbono. Entre esas políticas recientes se encuentran la Inflation Reduction Act - IRA, de Estados Unidos, y el EU Green Deal, RePowerEU y el Carbon Border Adjutsment Mechanism - CBAM, de Europa.
Por ejemplo, a través de subsidios e incentivos fiscales, la IRA tiene como objetivo, entre otros, convertir a Estados Unidos en un líder mundial en el área de bienes y servicios para el cambio climático y producir energía a precios bajos. CBAM requiere que la mayoría de las importaciones intensivas en carbono de la UE incurran en impuestos sobre el carbono comparables a los de las empresas del bloque o paguen el equivalente en una tarifa basada en el carbono.
Dado que estas políticas tienen un alto potencial para influir en los mercados a través de medidas intervencionistas, así como en la estructura de costos y capital de las empresas, crean una desviación del comercio, la inversión y el empleo que, al final del día, puede tener importantes consecuencias perjudiciales para otros países, especialmente para aquellos en desarrollo, y retrasar así la transición a una economía baja en carbono.
Para ilustrar: según estimaciones de bancos, el costo actual del hidrógeno verde en Estados Unidos sería de US$2.82/kg, pero con el crédito fiscal de US$3/kg que otorgará el IRA, el kilogramo tendría un valor negativo de US$0,18 $/kg, un precio que excluye los rendimientos de los productores de hidrógeno. El costo del módulo solar podría reducirse a US$0,05-0,10/W para 2025-2030 frente al costo actual no subsidiado de US$0,25-0,30/W. Se estima que, con los subsidios e incentivos, la producción estadounidense de equipos solares y eólicos será la más barata del mundo y que al menos el 90% de la demanda interna de esos equipos será abastecida por la propia cadena interna.
La IRA podrá garantizar a Estados Unidos una posición de liderazgo estratégico en el mercado emergente de hidrógeno verde y productos derivados, como sucedió en el mercado global de GNL, pero sin tener en cuenta consideraciones no relacionadas con los costos, como la seguridad energética, cuestiones geopolíticas, exposición a riesgos naturales extremos, búsqueda de diversificación internacional en la ubicación de plantas industriales, entre otros, que pueden influir en ese liderazgo. Se estima que la IRA creará más de 9 millones de puestos de trabajo en los Estados Unidos para 2030.
Medidas unilaterales como estas frustran las ventajas comparativas de regiones en desarrollo con condiciones altamente competitivas para producir energía verde, generar soluciones tecnológicas sostenibles y soluciones basadas en la naturaleza y que tengan el potencial de convertirlas en participantes naturales de un proceso integral, resiliente y socialmente incluyente de hacer frente al cambio climático.
La matriz energética de varios países en desarrollo ya es bastante verde y, en algunos casos, es prácticamente verde, como en los países latinoamericanos, lo que los sitúa por delante de otros países hasta en tres décadas. Además, varios de esos países operan con costos marginales de energía verde decrecientes y tienen buena parte de su stock de capital renovable instalado ya depreciado. De esta forma, esos países pueden ofrecer hidrógeno verde altamente competitivo sin necesidad de incentivos, proteccionismo y discriminación y promover el powershoring y el crecimiento sostenible a favor de todos.
Los expertos sugieren que intervenciones como las anteriores violarían las normas de la OMC y que es probable que den lugar a impugnaciones y litigios que, sin embargo, pueden tardar años en materializarse. Mientras tanto, es probable que surjan nuevos mecanismos de estilo de comportamiento oportunista para aumentar las fricciones comerciales y retrasar la transición. El FMI y la OMC hicieron recomendaciones conciliadoras sobre el tema, que, sin embargo, no tuvieron eco por considerarlas políticamente poco realistas. Para evitar fricciones comerciales contraproducentes sobre las políticas climáticas, las autoridades deberían acordar pautas fiscales y regulatorias para las políticas de descarbonización.
El inmenso mercado de la descarbonización debe ser visto como una oportunidad para alinear intereses que nos lleven a todos, y al menor costo, a la sustentabilidad social y ambiental.
Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
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