Medir para mejorar el transporte público en América Latina y el Caribe
17 de abril de 2023
"Lo que no se define, no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre", dijo hace más de un siglo Lord Kelvin, físico y matemático británico. Esta célebre frase sigue vigente y cae “como anillo al dedo” al transporte público de nuestras ciudades. Hace un par de décadas las ciudades vienen transformando y poniendo cada vez más en agenda la mejora de los sistemas de transporte público. Varias de ellas lograron salir de la provisión del transporte público con vehículos antiguos, con conductores compitiendo unos contra otros en las calles por los pasajeros, y con una sensación general de caos.
¿Pero estamos ahora en una era de auge del transporte público? ¿Es la opción preferida por la mayoría de ciudadanos? La respuesta es que pese a todo el esfuerzo aún no estamos ahí. En la actualidad, es común ver las unidades vehiculares del transporte público con altos niveles de saturación, especialmente en las megaciudades de la región, con tarifas altas para la población de bajos ingresos, con redes de rutas que inducen a que las personas realicen varios transbordos, con índices de altos de inseguridad. Sumado a esto, durante la pandemia hubo una caída abrupta en usuarios e ingresos tarifarios, lo cual afectó negativamente a las finanzas de las empresas de transporte público.
¿Pero por qué los sistemas “mejorados” no han logrado ganarle la pelea al auto privado? Muchas son las razones, incluyendo temas institucionales, políticos, regulatorios, sociales, culturales, así como la calidad del servicio ofertada por el servicio público. Una de las más importantes es la última, que tiene relación con la manera en que los sistemas fueron planeados (y como son actualmente gestionados). Los planeadores de transporte muchas veces no eran usuarios del transporte público, y eran en gran mayoría de un único género. El núcleo de la planificación y la gestión de varios sistemas de la región es la “costo eficiencia”; cuando en realidad centro deberían ser las personas. La finalidad de este servicio público es el conectar a las personas con las oportunidades que ofrece la ciudad. Este es, por ejemplo, el motto de la agencia de transporte público de Chicago, y que se encuentra en la entrada de su edificio principal presentado en la imagen a continuación. Por supuesto que las limitaciones de recursos deben ser tenidas en cuenta para la planificación y gestión. Por eso es necesario abrir la discusión sobre fuentes adicionales al recaudo tarifario para el pago de la operación del transporte público ya que este servicio tiene beneficios para la sociedad más allá que el traslado de las personas que pagan la tarifa.
Volviendo a la frase que abre el artículo, parte de la solución está en definir, medir y gestionar la calidad del servicio del transporte público para poder así saber dónde colocar los recursos de forma eficiente para mejorar. Y de eso trata exactamente la publicación “Definición, medición y gestión de la calidad de servicio del transporte público para ciudades de América Latina” que lanzamos recientemente. Para definir el concepto de calidad elegimos una que tiene dos perspectivas que se retroalimentan entre sí. Por un lado, está la perspectiva de la prestación del servicio donde medimos el desempeño. Aquí establecimos categorías relacionadas con elementos como la eficiencia, la disponibilidad y acceso al servicio, la confiabilidad y el confort, entre otras; y sobre éstas definimos baterías de indicadores. Por el otro lado está la perspectiva de las personas usuarias, donde medimos la satisfacción, la cual es algo subjetivo, la cual varía según el género, el ingreso, la edad, entre otras.
Una vez cómodos con la definición de calidad, el siguiente reto fue medirla. Trabajamos con varias agencias de la región como Metrobús de CDMX, y los sistemas de buses de Río de Janeiro y Montevideo. Aquí nos encontramos con que al interior de estas agencias gestoras ya hay mucha información procedente de varias fuentes, como los sensores automáticos registros de operación, encuestas periódicas, registros de operación, etc. Toda esta información bruta la procesamos y logramos medir varios indicadores. Por ejemplo, pudimos ver cómo variaban los niveles de ocupación para la Línea 1 de Metrobus lo largo de la hora del día y del recorrido (tanto antes, como durante la pandemia), tal como se presenta en el gráfico a continuación. Finalmente, trabajamos en estudiar el efecto que tendrían distintas estrategias en la calidad y desempeño de los sistemas, como colocar más buses en puntos críticos o proporcionar carriles exclusivos en ciertos tramos del recorrido para acortar tiempos de viaje.
Todo este trabajo no sólo dejó una interesante publicación, sino que creamos herramientas que detonaron, al interior de las agencias, procesos para que se usen los datos disponibles con el propósito de medir la calidad del servicio y estudiar estrategias para mejorarla. La metodología y métricas claras, entendibles y transparentes definidas en la publicación también les permitirán a estas agencias acercarse a los gobiernos y plantear por qué (razones financieras) y para qué (razones de servicio) se requieren fondos adicionales al recaudo para el pago de la operación. El camino por recorrer es largo, pero es nuestra misión desde CAF el apoyar todo la relacionado con la transformación y mejora del transporte público, un pilar fundamental para lograr ciudades más equitativas, eficientes, limpias y con mejor calidad de vida para todos y todas sus habitantes.
Harvey Scorcia
Ejecutivo Principal en transporte de CAF -banco de desarrollo de América Latina
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