Tras las huellas del nombre: la historia de América Latina y el Caribe
05 de agosto de 2024
El nombre de América Latina se empezó a utilizar en el siglo XIX, cuando concluyeron los movimientos independentistas de las antiguas colonias españolas y portuguesas. Anteriormente, estas tierras eran conocidas como “Las Indias” o el “Nuevo Mundo”.
No obstante, ¿por qué se llamó “América” al “Nuevo Mundo”? El origen se remonta a las expediciones de Américo Vespucio, un navegante y explorador florentino que acompañó las excursiones a las costas del norte de Sudamérica entre 1499 y 1502.
Vespucio se embarcó en su primera expedición en 1499 y aunque existen dudas de cuántas expediciones acompañó exactamente para cartografiar Sudamérica, en distintas cartas y relatos que publicó se refería a esta región como “Nuevo Mundo”. Estos escritos tuvieron una gran difusión en Europa y despertaron el interés de muchos geógrafos y cosmógrafos, quienes empezaron a representar el nuevo continente en sus mapas.
Uno de ellos fue el alemán Martín Waldseemüller, quien en 1507 publicó un planisferio (mapa) con el nuevo continente denominándolo como “América”, en honor a Américo Vespucio. De esta forma, el nombre del famoso explorador italiano quedó grabado en la historia.
Una vez nombrado este vasto hemisferio, se comenzó a diferenciar sus regiones según el territorio correspondiente al imperio inglés y español. En tal sentido, la América Anglosajona comprendía el Norte y la América española abarcaba aquellos países que fueron de dominio español. El uso de la América Meridional pretendía incluir también a Brasil que fue colonia portuguesa.
Entonces, ¿cómo llegamos a utilizar el nombre de América Latina y el Caribe para referirnos a nuestra región?
Primero, el concepto de latinidad surgió en el siglo XIX como una forma de oponerse a la influencia anglosajona en el continente americano. Francia, que era un país con gran peso político en Europa y que respaldaba las luchas liberales y republicanas de los pueblos latinoamericanos, fue la impulsora de esta idea. Es así como se estableció una distinción entre dos Américas: la América Anglosajona y la América Latina.
La denominación de latino se refería a la presencia de las culturas y lenguas latinas en la región, es decir, aquéllas que provenían del latín. Tal es el caso de los idiomas español, portugués y francés.
Hay diferentes opiniones sobre quién fue el primero en usar este término. Algunos autores se lo atribuyen al chileno Francisco Bilbao, quien en una conferencia en París en 1856 lo mencionó por primera vez. Otros estudios señalan que en el mismo año, el colombiano José María Torres Caicedo lo empleó en su poema titulado: “Las dos Américas”. En esta oda, Torres Caicedo defendía la independencia y la unidad de los países latinoamericanos frente a la intervención de Estados Unidos. Sin embargo, el concepto de América Latina se popularizó en 1861, cuando el emperador francés Napoleón III pretendía crear una esfera de influencia francesa en el continente americano, basándose en la “supuesta” afinidad cultural entre los pueblos de origen latino. Esta idea fue rechazada por los países hispanoamericanos, los cuales se opusieron a la intervención francesa y apoyaron la resistencia mexicana liderada por Benito Juárez.
Con respecto al “Caribe”, éste tiene su origen en el vocablo indígena karib que significa “hombre valiente”. Los caribes fueron un grupo de pueblos originarios que habitaron las actuales islas caribeñas y parte de la costa norte de Sudamérica. Se caracterizaron por su resistencia a la colonización española, así como por su cultura guerrera y marinera.
Ahora, el término América Latina y el Caribe se consolidó en el siglo XX en el contexto de la creación de diversas organizaciones e iniciativas de cooperación e integración regional, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), fundada en 1948; y la Comunidad del Caribe (CARICOM) en 1973.
Como cierre de este texto, quiero enfatizar la importancia de conocer el origen del significado detrás del nombre “América Latina y el Caribe”, toda vez que nos permite entender mejor la crisis de identidad de la región; reconociendo que esta denominación se forja entre una diversidad de factores históricos, sociales y culturales en un marco de intereses, tensiones y contradicciones vinculadas al deseo de influencia externa. Asimismo, los aliento a profundizar más sobre la historia de nuestra región, ya que solo así podremos erigir un futuro más equitativo, solidario y democrático para todos y todas los que habitamos la Abya Yala, constituyéndose en el verdadero nombre de este territorio. Sin embargo, eso será otra historia...
Alejandra Claros Borda
Secretaria General, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
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