Un argumento clave en la lucha por incluir la perspectiva de género en la planificación de la movilidad urbana es la idea que al entender cómo se mueven las mujeres, se puede entender cómo se mueven la mayoría de las personas en situación de vulnerabilidad. Al menos es una frase que, durante años, hemos usado para resaltar la importancia de incluir la perspectiva de género en el transporte, partiendo de una premisa que parece simple: el transporte no es neutral al género; está impregnado de sesgos que influyen en cómo se diseña, implementa y opera.
Sin embargo, este argumento, aunque bien intencionado, tiene sus limitaciones. ¿No es acaso un enfoque que deja fuera a quienes también enfrentan barreras sistemáticas, pero no encajan en la categoría de género binaria que solemos considerar? En particular, los sectores sociales LGBTI, cuya movilidad y experiencias se ven profundamente marcadas por el contexto y los prejuicios sociales, a menudo son invisibilizados en estos estudios. ¿Por qué? A veces, es por la falta de datos o la baja representatividad estadística; otras, por desconocimiento o simplemente por no cuestionar la discriminación de género tan acentuados en América Latina y el Caribe.
Frente a esta realidad, surge un esfuerzo notable en Bogotá. La Alcaldía, con el apoyo de CAF, decidió abordar la movilidad de forma más inclusiva, reconociendo no solo a las mujeres, sino también a las personas en su diversidad de identidades y orientaciones sexuales. Esto marca un cambio importante en la forma de analizar la movilidad urbana: al fin estamos viendo el género en su definición más amplia, como una categoría que va más allá de hombres y mujeres cisgénero. Con una mirada interseccional, podemos entender mejor cómo la identidad, junto con factores como ingresos, edad y etnia, moldea las experiencias de movilidad y la relación de cada persona con la ciudad. La Encuesta de Movilidad y Género 2022 (EMG 2022) ejecutada por la Secretaría Distrital de Movilidad, la primera en su tipo en América Latina, y los métodos cualitativos de recolección de datos han sido la base en este proceso.
Percepciones y realidades de la movilidad en Bogotá
El estudio arroja una verdad que pocos en la región podrían ignorar, y Bogotá ha decidido enfrentar: moverse por nuestras ciudades sigue siendo, para muchas personas, un acto cargado de inseguridad. Y, como era de esperarse, esta percepción no es la misma para todas las personas. Para las mujeres cisgénero, el espacio público es donde se sienten más vulnerables. Sin embargo, en el caso de las mujeres trans y las mujeres bisexuales, el transporte público representa un desafío aún mayor en términos de seguridad. Los datos arrojados por el estudio son alarmantes: las mujeres cisgénero sufrieron violencia sexual en espacios públicos o en el transporte seis veces más que los hombres en el último año. Y las mujeres jóvenes, en particular, enfrentan un riesgo desproporcionado, reportando incidentes trece veces más que las mujeres mayores de 60. No obstante, las cifras muestran algo aún más preocupante: las personas de los sectores sociales LGBTI reportan niveles de violencia sexual incluso mayores, alcanzando a una de cada dos mujeres bisexuales que ha sido víctima de violencia en el espacio público o en el transporte.
El cambio hacia otros modos de transporte
Otro hallazgo que merece una reflexión es el uso creciente del auto privado y la motocicleta entre las mujeres, lo que puede señalar un problema importante: la pérdida de mujeres como usuarias del transporte público. La EMG 2022 muestra que 4 de cada 10 personas que usan moto como su principal modo de transporte son mujeres, y el 35% de ellas elige la moto porque la consideran una opción más segura. Pero estas mujeres son también las que reportan la percepción más negativa sobre el transporte público, lo cual habla de un descontento persistente en este servicio. Este hallazgo se suma a estudios anteriores de CAF sobre motocicletas, los cuales muestran que el incremento en su uso en la región y coincide con los resultados de las encuestas de movilidad de la ciudad, las cuales muestran que el porcentaje de mujeres que se movilizan en moto se ha incrementado del 2.7% al 3.0% entre 2019 y 2023 (Encuesta de Movilidad Bogotá 2019 y 2023), lo cual podría responder a la baja calidad del transporte público y a las ventajas percibidas en tiempo de viaje, alcance a mayores distancias y flexibilidad para llegar a más destinos. No es de extrañar que, con un transporte público percibido como inseguro, muchas mujeres busquen alternativas que las mantengan a salvo.
La inmovilidad, otro tipo de desigualdad
La EMG 2022 también revela un dato que es menos visible, pero igualmente impactante: la inmovilidad. Las mujeres son siete veces más propensas que los hombres a no hacer ningún viaje el día anterior, debido a responsabilidades de cuidado, y casi cuatro veces más cuando se trata de trabajo doméstico no remunerado. Esto no solo muestra la persistencia de los roles de género, sino también cómo estos roles limitan el acceso de las mujeres a la ciudad, una situación que sigue reflejando la desigualdad estructural en nuestra región.
Una nueva mirada sobre la movilidad
Más allá de los números, el estudio plantea una pregunta crucial: ¿qué significa realmente moverse en una ciudad? Nos desafía a ver la movilidad como algo más que el simple acto de desplazarse; a reconocerla como una experiencia humana, individual y colectiva, influida por aspectos como identidad, ingresos, edad, raza, etnia y capacidad física. Este análisis nutrirá los avances significativos que ha liderado la Alcaldía de Bogotá, como la implementación de La Rolita, un sistema de transporte público operado con perspectiva de género y energía limpia; las Manzanas del Cuidado, que facilitan el acceso a servicios integrales para personas cuidadoras; y el plan Bogotá Camina Segura, que prioriza la seguridad en las calles para quienes se desplazan a pie, en su mayoría mujeres.
En este sentido, la visión de CAF sobre la movilidad urbana se enriquece gracias a la colaboración con gobiernos locales como el de Bogotá, que entienden que construir ciudades verdaderamente inclusivas requiere abordar las dinámicas sociales del territorio. Este estudio reafirma la urgencia de reimaginar nuestras ciudades y sus sistemas de transporte, no solo como medios para moverse, sino como espacios donde todas las personas, sin importar quiénes sean, puedan sentirse seguras, representadas y reconocidas.
Para ver el informe completo, visitar Scioteca CAF en: https://scioteca.caf.com/handle/123456789/2255
Angie Palacios
Ejecutiva principal, Dirección de hábitat y movilidad sostenible, CAF -banco de desarrollo de América Latina-
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