Desarrollo de la primera infancia: ¿lujo o necesidad?
La ausencia de políticas de desarrollo infantil temprano tiende a provocar altas tasas de repetición y deserción escolar, bajas tasas de finalización y baja calidad de la educación.
La falta de conocimiento sobre el impacto de la educación formal temprana (de 0 a 5 años) hace pensar que los programas de nutrición y desarrollo de habilidades motrices en bebés son un lujo sólo disponible para aquellas familias de altos ingresos que pueden inscribir a sus hijos en programas sofisticados de estimulación temprana.
Nada más lejos de la realidad. La cada vez más irrevocable evidencia empírica avala que la inversión más productiva en educación es aquella que se enfoca en las primeras etapas del desarrollo, por su impacto a mediano y largo plazo. En esta etapa el cerebro está en crecimiento y por ello puede aprovechar al máximo toda la estimulación, nutrientes y conocimientos nuevos que se le ofrezca.
Y no nos referimos a programas sofisticados de atención a los niños con juegos que requieren de material didáctico complejo y costoso, sino de las más elementales medidas que contribuyan a garantizar el desarrollo del potencial de los más pequeños.
Intervenciones Esenciales en Desarrollo de la Primera Infancia
Los niños de familias de bajos ingresos son los que tienen más retrasos de desarrollo y son los más vulnerables a los riesgos, presentando deficiencias relacionadas con aspectos cognitivos, lenguaje, desarrollo físico y aspectos socioemocionales.
Las diferencias en las puntuaciones ajustadas por edad de los niños de tres años son generalmente pequeñas, pero cuando nos centramos en niños de seis años provenientes del 25% de los hogares más pobres, se encuentran marcadas diferencias en relación a los niños que provienen del 25% de los hogares más ricos. En Colombia, por ejemplo, la brecha socioeconómica en las habilidades de lenguaje receptivo y expresivo de los niños se amplía entre los 14 y los 42 meses.
Los efectos de la ausencia de políticas de desarrollo infantil temprano y atención a la primera infancia no sólo están vinculados al bajo desempeño durante la educación primaria y secundaria (altas tasas de repetición y deserción, bajas tasas de finalización y baja calidad de la educación), sino también a la baja calidad de vida. De hecho, hay evidencia de que las primeras experiencias del niño determinan una amplia gama de aptitudes y comportamientos que dan forma a su futura salud, a su vida en comunidad y a su productividad.
La intervención temprana es una inversión rentable. Los esfuerzos de estimular a los niños con nutrientes, actividades y condiciones psico-afectivas, incentiva al cerebro en las diferentes etapas del crecimiento, desde la gestación hasta después del nacimiento, y asientan las bases necesarias para un desarrollo pleno. Además, esta intervención temprana genera ahorros, ya que se necesitarán menos recursos y esfuerzos para corregir las deficiencias que se puedan presentar en la adolescencia o durante su vida productiva activa. Amplia evidencia del mundo desarrollado así lo indica, y últimamente algunos estudios en los países en desarrollo corroboran estos hallazgos.
Ejemplos de intervenciones con altos rendimientos
Apoyo a la familia: En África y Asia el acceso al agua potable en las zonas rurales puede tener una tasa de beneficio costo de 3,4:1. En Europa y América del Sur la fortificación de alimentos con hierro y otros micronutrientes puede tener una relación de beneficio-costo de 37: 1. Hay estimaciones en África, Este Asiático y Sur-Asia que muestran que la yodación de la sal puede tener una relación de beneficio-costo tan alta como 30:1.
Salud: la inmunización a través de las vacunas tiene un beneficio de 20:1 y la desparasitación de 6:1
Atención a la primera infancia: Se estima que los rendimientos de la inversión en la Atención de la Primera Infancia y Educación para los niños desfavorecidos pueden ser tan altos como 17 dólares estadounidenses por cada dólar gastado, indicando que es una de las estrategias más rentables para disminuir las diferencias en la equidad.
A pesar de esta evidencia, la política de estimulación y educación temprana es, por diversas razones, uno de los sectores menos apoyados financieramente en la mayoría de los países. La tendencia generalizada es la contraria: invertir más recursos en niveles educativos más avanzados, es decir, se invierte menos por alumnos en primaria que en secundaria, y menos en secundaria que a nivel terciario o técnico.
El reto de los países latinoamericanos es promover y defender, con la evidencia empírica existente, la importancia de invertir en la educación formal temprana, para que los responsables de las políticas públicas entiendan las ventajas potenciales de este tipo de iniciativas.