Transformación productiva con igualdad de género
El aumento de la productividad en América Latina debe ir de la mano de políticas de género eficientes.
América Latina tiene el desafío de aumentar sus niveles de productividad, condición necesaria para que la región alcance un crecimiento y desarrollo sostenido. No obstante, dicho desarrollo será inclusivo y tendrá un efecto distributivo para la población si acaso las políticas en favor de la productividad incorporan la perspectiva de género, teniendo en cuenta que la reducción de las disparidades de género favorece la eficiencia del capital humano y el crecimiento económico.
Entre esas políticas destaca la trasformación productiva por su incidencia en la productividad total de los factores, así como en la reorientación en el uso de los mismos, en tanto busca introducir el progreso tecnológico y la innovación para generar los cambios estructurales del aparato productivo, el cual en América Latina se caracteriza por su concentración en productos del sector primario y por su heterogeneidad productiva y ocupacional.
En términos de género, el aparato productivo latinoamericano se caracteriza por un mercado laboral segregado en donde los hombres están sobrerrepresentados en el sector agrícola cuyas necesidades de tecnificación, innovación y mayor valor agregado de la producción constituyen una condición necesaria para su competitividad; mientras que las mujeres tienen una participación significativa en sectores de baja productividad como comercio y servicios, así como una mayor incidencia en el empleo informal, lo cual repercute en la productividad laboral e ingresos de éstas.
Desde la perspectiva de trasformación productiva planteada, las habilidades y la calidad del capital humano se colocan como factores facilitadores de la innovación y el progreso tecnológico orientado a generar una estructura productiva diversificada, sofisticada y ambientalmente responsable. Sin embargo, América Latina con respecto a otras regiones de mejor desempeño económico, según el Reporte de Economía y Desarrollo 2016 de CAF, se encuentra rezagada en cuanto a las habilidades del capital humano, especialmente en relación a las habilidades cognitivas, la cuales tienen una relación directa con la mejora de la productividad y los salarios; y en donde las mujeres están en desventaja con respecto a los hombres, dada su baja representatividad en disciplinas como ciencias, ingeniería y matemáticas, así como por una mayor participación en ocupaciones que demandan más habilidades socioemocionales resultado de las expectativas, aspiraciones y prescripciones que impone la división sexual del trabajo en cuanto a los espacios que ocupan hombres y mujeres en la sociedad.
En relación a medidas de política, adicionales a las que se requieren para superar el rezago y las brechas de género en las habilidades del capital humano en donde el entendimiento y complementariedad con la política educativa es determinante; la trasformación productiva implica desplegar acciones que (1) potencien el desarrollo endógeno, el nacimiento de nuevas industrias y los emprendimientos por oportunidad; (2) promuevan una inserción externa más sofisticada e intensiva en conocimiento con una apertura comercial que garantice y fortalezca los encadenamientos productivos; (3) generen un sistema de innovación que permee el tejido empresarial, mercado laboral y sistema educativo hacia el desarrollo bienes y servicios con alto valor agregado; y (4) fortalezcan la articulación productiva nacional y regional identificando cadenas de valor que permita integrar a las micro, pequeña y medianas empresas (MIPYME) bajo esquemas de asocios o cooperación empresarial.
En cada una de esas acciones de transformación productiva, la perspectiva de género, en tanto centra su atención en las preocupaciones de las personas desde su identidad de género, constituye una herramienta idónea para asegurar que el desarrollo productivo también se traduce en igualdad de oportunidades entre los géneros y, asimismo, favorece la autonomía económica de las mujeres.
La trasformación productiva será inclusiva si hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades de acceso a los factores de producción; los sesgos de género en el acceso al financiamiento y a la propiedad colocan a las mujeres en situación de desventaja como beneficiarias de esta política, en tanto se ven limitadas en la disponibilidad de recursos para hacer crecer sus negocios; por lo que se sugiere ajustar la oferta de servicios financieros a las necesidades de las mujeres, modificar la legislación que restringen el derecho de éstas a la propiedad, y proveer servicios de desarrollo empresarial que mejoren las capacidades empresariales y de innovación de las mujeres para favorecer la integración de sus empresas a las cadenas de valor.
La política de transformación productiva, deberá generar las condiciones para que las mujeres empresarias transiten de la informalidad, de los emprendimientos por necesidad y de los sectores de baja productividad a aquellos que les permitan incursionar en bienes o servicios con alto componte de conocimiento y tecnológico. Las acciones afirmativas en las medidas para el fomento del emprendimiento y el desarrollo de MIPYME, para la articulación a empresas anclas y cadenas de valor, y el acceso de las empresarias a las compras públicas podrían propiciar un tejido empresarial femenino más productivo y acorde a las oportunidades del mercado.
Los sistemas de innovación deben tener en cuenta que el tejido empresarial de las mujeres y sus habilidades están marcadas por los roles de género y será necesario la generación de acciones que solventen los obstáculos de éstas al acceso y uso de las tecnologías o activos intangibles necesarios para mejorar la gestión empresarial y productiva.
Finalmente, esta perspectiva de transformación productiva con igualdad de género y empoderamiento de las mujeres debe plantearse sobre un marco de implementación de política que por una parte elimine los sesgos de género que limitan el desarrollo productivo de la mujeres; por otra parte, siendo cuidadosos en el diseño de las acciones afirmativas de género a fin de que se garantice el propósito de ser de éstas y se minimice cualquier efecto adverso sobre los mercados de factores.