El camino para aumentar la productividad en Brasil y América Latina
Los países de la región deberían posicionarse mejor tácticamente y actuar con una visión a largo plazo para aumentar la productividad.
Brasil, al igual que la gran mayoría de países latinoamericanos, se enfrenta al reto de vincular a largo plazo el crecimiento económico y el social. Las decisiones que se tomen ahora determinarán el futuro de los países por al menos las próximas décadas. En este sentido, uno de los grandes desafíos es implementar planes de desarrollo que se centren en el medio y largo plazo, y que no se rijan por el cortoplacismo, como muchas veces sucede.
Históricamente muchos países latinoamericanos han llevado a cabo soluciones basados en los apetitosos resultados a corto plazo, en lugar de crear pactos políticos dirigidos a resolver problemas más estructurales.
Y la consecuencia de este estilo de enfoque es que, a pesar de los episodios de crecimiento registrados en los 200 años de vida independiente que tienen nuestros países (por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XIX o en la primera década de este siglo con el auge de los productos básicos), no hemos logrado ocupar espacios decisivos en el campo del desarrollo, que se traduzcan en mejores instituciones o en un crecimiento estable de las clases medias o en políticas fiscales suficientemente sólidas.
En el caso brasileño, la evidencia y los estudios señalan que los desafíos para mejorar la productividad pasan por la falta de dinamismo económico, causado por una serie de factores creados a lo largo del tiempo, como la poca eficiencia en procesos, los mercados disfuncionales o los altos costos de producción. La capacidad competitiva del país, frente al escenario global y el desempeño de otras naciones, es todavía mejorable.
Para romper esta tendencia histórica los países de la región deberían posicionarse mejor tácticamente y actuar con una visión a largo plazo. Debemos ser más estratégicos y articular bien las dimensiones políticas, económicas y sociales de nuestros escenarios actuales y futuros. Al igual que en la década de 1980 tuvimos que buscar el consenso y trabajar por la estabilidad macroeconómica, y en los 2000 apostamos por la transformación social en la búsqueda de la igualdad, ha llegado el momento de buscar un pacto político por la productividad de América Latina.
Los objetivos prioritarios de este consenso político tan necesario son: generar un crecimiento económico más amplio y a más largo plazo, preservar los beneficios sociales de los últimos años, obtener más recursos fiscales para profundizar las reformas estructurales y mejorar los sistemas de transparencia y eficiencia estatales. Si se cumplen estos requisitos, no dependeríamos tanto de los vientos financieros internacionales y sufriríamos menos el impacto de las turbulencias políticas locales.
El punto de partida para mejorar las tasas de productividad, desafortunadamente, no es muy alentador. Actualmente, la región tiene niveles muy bajos de productividad en todos los sectores económicos, principalmente relacionados con la alta informalidad en el trabajo, y también entre los trabajadores formales, algo generalmente vinculado a los bajos niveles de productividad en la empresa promedio en todos los sectores. Como resultado, nuestra productividad laboral es de alrededor del 30% en comparación con la registrada en Estados Unidos, en contraste con el Reino Unido, el 75%, Australia, el 82% o Alemania, el 90%.
Esta brecha se explica en gran medida por una serie de factores que van desde niveles bajos de innovación, dificultades para acceder a la financiación por parte de empresas y personas, y brechas en la adopción de nuevas tecnologías. Además, las barreras reglamentarias para la creación o el cierre de empresas, las barreras logísticas para comercializar con éxito productos y servicios tanto dentro de los países como a nivel regional e internacional son otras razones potenciales de esta diferencia entre la productividad en la región y otras regiones.
La buena noticia es que en este diagnóstico también cabe cierta esperanza. Panamá, por ejemplo, tiene la visión de convertirse en un centro de servicios y logística para la región y ha diseñado sus políticas en términos de infraestructura e inversión en capital humano. Paraguay también está logrando un consenso para integrar el territorio a través de mejores condiciones de infraestructura, lo que reduce los costos de transporte en sectores clave como la carne o la agricultura. En Perú, durante la década de 2000 la contribución principal a la productividad total de los factores provino del sector agrícola. Hoy el sector agrícola orientado a la exportación es 4 veces más productivo que la agricultura tradicional y emplea a casi un millón de personas.
Para ampliar este debate en la región, CAF -banco de desarrollo de América Latina-, ha promovido estudios y eventos sobre el tema, además de incluir la idea de mejorar la productividad en los proyectos que financia. El Informe sobre Economía y Desarrollo (RED) de 2018 detalla las posibles formas de llegar a una América Latina más productiva e innovadora, con la participación de actores como la academia, los sectores público y privado y la sociedad civil.
La oportunidad de participar en la competencia global de los mercados y del conocimiento está abierta a todos. Corresponde a los países de la región buscar sus capacidades para superar un desafío político centrado en los las formas de mejorar los niveles de productividad.