De lo transitorio a lo permanente
Un futuro lleno de incertidumbre nos reta a experimentar y probar en el corto plazo. Esta tarea exige, en lo individual y en lo colectivo, que nos comportemos como el bambú: flexibles y resistentes frente a los retos de transformación de la movilidad urbana que el COVID 19 nos deja como tarea inmediata.
Entendemos la movilidad como un derecho que abre caminos hacia otros derechos básicos: educación, trabajo y salud, por lo tanto, es necesario mantener la movilidad en las ciudades, operando y atendiendo la urgencia de identificar fuentes de recursos que permitan sostener la operación.
El compromiso de reconstruir la movilidad urbana no es menor y pasa por posicionar el trabajo con perspectiva integral en las fases de planificación y ejecución, incorporando el espacio publico como bisagra integradora de actividades asociadas a la movilidad y conectividad e identificando oportunidades de innovación en la infraestructura, calidad de servicio y gobernanza del sector.
A pesar de los avances que se han dado en las últimas dos décadas en movilidad sostenible, la región sigue en deuda con la calidad de la infraestructura y con la distribución equitativa entre espacio público y espacio vial. Quizás sea este el momento de dar un viraje para intensificar actuaciones integrales en los territorios urbanos, atrayendo al espacio público, como ancla integradora y reduciendo la suma de acciones separadas que poco contribuyen al desarrollo. Con esto se busca obtener mayores impactos a los beneficiarios directos e indirectos, e incidiendo en los ODS 3, 9, 10 y 11 y a los acuerdos globales en materia de cambio climático.
La pandemia sacudió con fuerza la lógica de la movilidad masiva. Este punto de quiebre ha llevado a experimentar, aprender y proponer con agilidad. Para atender la emergencia sanitaria, una vez flexibilizada la cuarentena, distintas ciudades se centraron en implementar medidas de distanciamiento y bioseguridad que protejan a usuarios y operadores de transporte público, manteniendo un máximo de 35% de ocupación en los sistemas de transporte y favoreciendo a trabajadores esenciales de la salud. Adicionalmente, se implemento infraestructura temporal (carriles segregados) para incentivar el uso de la bicicleta, entendiendo que en este momento la bici es una de las mejores opciones para movilizarse en las ciudades.
Posteriormente saltaron las alarmas frente a la caída de los ingresos y a los impactos en la sostenibilidad financiera de los sistemas masivos más importantes de la región. Alcaldes, Academia, Ministerios, Asociaciones y Entidades Gestoras de transporte colaboraron diagnosticando el problema, construyendo bases de datos y escenarios, generando propuestas y medidas en el corto y mediano plazo, buscando aliviar la crisis de los sistemas de transporte.
Nuestro trabajo en la región se ha concentrado en promover una movilidad sostenible que incluya la movilidad eléctrica, la micromovilidad, la caminata, las bicicletas y los sistemas de transporte masivos y colectivos para contribuir con los compromisos ambientales, calidad del aire, seguridad vial, inclusión y productividad, y en la que se priorice la calidad y accesibilidad al espacio público diverso y compartido.