Actitudes y percepciones frente a las vacunas
Este blog está escrito por Dolores de la Mata y Federico Pena.
En una entrada anterior de este blog describimos algunos elementos centrales para lograr campañas exitosas de vacunación en la región que atañen a factores relacionados a los procesos de adquisiciones de vacunas y el proceso de oferta de la misma a la población. En esta entrada vamos a centrarnos en otro grupo de desafíos que se relacionan con aspectos de demanda: las actitudes de los latinoamericanos a aceptar y estar dispuestos a colocarse la vacuna contra el COVID-19. Ningún avance técnico que ponga a disposición del público una vacuna ni una logística masiva de aplicación logrará poner fin a la propagación del virus si las personas optan por no vacunarse.
La dimensión de demanda cobra especial relevancia para garantizar el éxito de las campañas de vacunación por dos razones. En primer lugar, porque existe amplia evidencia de que una fracción importante de la población no utiliza los servicios médicos (incluidas las vacunas) aun estando convencidos sobre su efectividad. En segundo lugar, porque en años recientes se ha observado una creciente desconfianza en la seguridad y efectividad de las vacunas en ciertos grupos de la población. En el caso particular de la vacuna contra el COVID-19, la falta de confianza podría también extenderse a personas que habitualmente aceptan las vacunas, por la incertidumbre que genera la limitada información aún disponible sobre su efectividad y seguridad, natural en un contexto en donde el desarrollo científico de las vacunas, las evaluaciones y aprobaciones por parte de los organismos reguladores y su aplicación está ocurriendo de manera casi simultánea.
El Gráfico 1 presenta evidencia alentadora para la región sobre las actitudes de los latinoamericanos frente a las vacunas. De acuerdo a una encuesta llevada adelante antes de la pandemia, solo el 16% de los latinoamericanos reportaban estar totalmente en desacuerdo, en desacuerdo o no estar de acuerdo ni en desacuerdo con que las vacunas sean seguras (Panel A) frente a un 30% de los encuestados en países de la OCDE. Por su parte, una encuesta reciente corrobora las actitudes positivas de los latinoamericanos cuando fueron consultados específicamente sobre la vacuna contra el COVID-19 (Panel B): un 69% de los encuestados afirma estar dispuesto a vacunarse con las nuevas vacunas contra solo el 55% de los encuestados en países de la OCDE.
Gráfico 1: Percepciones de los latinoamericanos con respecto a las vacunas en general y para COVID-19
Panel A. Percepciones con respecto a la seguridad de las vacunas. Porcentaje de personas que desacuerdan (fuertemente o un poco) o no acuerdan ni desacuerdan.
Panel B. Respuestas sobre aplicación de una nueva vacuna contra el coronavirus.
Notas: Para panel A, las líneas horizontales refieren a promedios simples regionales. Para panel B, los valores corresponden a promedios regionales ponderados por país. Latino América incluye: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, México, Perú, Uruguay y Venezuela. OCDE incluye: Australia, Canadá, Alemania, Estonia, España, Francia, Reino Unido, Italia, Japón, Corea del Sur, Países Bajos, Polinia, Turquía y Estados Unidos.
Fuente: Elaboración propia con base en datos del Wellcome Global Monitor 2018 -actualización Julio 2019- (panel A) y datos del COVID-19 Beliefs, Behaviors & Norms Survey. MIT 2020 (panel B).
Cabe destacar que aunque el grupo que está a favor de las vacunas es mayoritario, la fracción de personas que no se aplicaría la vacuna o no está segura de hacerlo representa aproximadamente un tercio de la población en América Latina y un 45% en la OCDE. De no aplicarse la vacuna efectivamente, estos grupos podrían comprometer el objetivo de alcanzar las coberturas de entre el 60% y el 80% de la población total, niveles comúnmente señalados para alcanzar la inmunidad colectiva. De acuerdo a otra encuesta reciente en 15 países desarrollados (incluidos Brasil y México) las principales razones para no vacunarse son los reparos sobre los efectos secundarios de la vacuna (razón mencionada por entre un 60% y un 80% de las personas, dependiendo del país) y, en menor medida, los reparos sobre su efectividad (mencionado por entre un 15% y un 45% de los encuestados, dependiendo del país).
La evidencia presentada aquí sugiere que si bien gran parte de los latinoamericanos estaría dispuesto a vacunarse, las campañas de vacunación se beneficiarían fuertemente si las políticas para garantizar la oferta de la vacuna que se vienen llevando adelante en todos los países también fueran acompañadas de políticas orientadas a estimular la demanda. En especial, se deben seguir estrategias que sensibilicen a la población sobre los beneficios de la vacuna, y particular a aquellos que aún dudan sobre su seguridad y efectividad, y que faciliten que las intenciones de vacunarse se materialicen. La introducción de nociones de economía del comportamiento puede ser un instrumento de gran utilidad para el diseño de políticas orientadas a estimular la demanda debido a que las decisiones relacionadas con el cuidado de la salud suelen estar muy afectadas por sesgos comportamentales. Se pueden destacar tres elementos que reducen estos sesgos y que podrían incorporarse en el diseño de políticas.
En primer lugar, la provisión de un ambiente propicio que reduzca las barreras y facilite la aplicación de la vacuna. Esto se lograría a través de medidas como la simplificación en la obtención de turnos para vacunarse, el envío de recordatorios, la localización cercana y la calidad de los centros de vacunación, además de la reducción de costos monetarios y no monetarios (como tiempos de demora). En segundo lugar, la generación de modelos y normas sociales. Medidas que exploten los efectos de pares y role models pueden resultar exitosas. Algunos ejemplos son las campañas de información que muestran a la ciudadanía que existe una elevada propensión a vacunarse o que señalen a nivel más local la cantidad de vecinos que ya lo han hecho, dar a conocer que personas respetadas o figuras públicas ya se han vacunado, y promover que las personas expongan en redes sociales las experiencias personales de vacunación. Por último, estimular el convencimiento y la motivación de las personas para vacunarse. Para ello, se destaca la necesidad de una comunicación clara, precisa y transparente por parte de los organismos gubernamentales. Esta información debe estar disponible para toda la población, para disipar las dudas en cuanto a la calidad y seguridad de las vacunas y evitar la desinformación, y para explicar los beneficios individuales y sociales de vacunarse. Los rendimientos del esfuerzo comunicacional pueden ser mayores si se diseñan mensajes específicos orientados a las poblaciones más susceptibles de recibirlos, en particular aquella que aún se encuentra en duda de colocarse la vacuna.